¡INDIGNAOS!
Escribe Stéphane Hessel, único redactor vivo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, que la peor actitud es la indiferencia, porque la facultad de indignación (y el compromiso que conlleva) es una de las características que definen la excepcionalidad del ser humano. El ser humano, que se desdibuja cuando olvida los motivos por los que merece la pena vivir una vida que se ensombrece por aquellos que la definen como algo cercano al infierno, aquellos que son capaces de habituarse a cualquier cosa. Hessel llama a la indignación contra la insoportable diferencia que existe entre los que más poseen y los que no tienen nada, mediando entre ambos polos una brecha cada vez más grande. Quiere que nos indignemos contra la vulneración de los Derechos Universales, ya reconocidos como tales y olvidados por determinados Estados bajo el nocivo criterio de la plena soberanía. Deberíamos indignarnos contra los campos de refugiados donde miles de personas reorganizan sus vidas, desplazadas de su lugar, encarceladas sin más explicación que una imposición autoritaria.
(Berlín, 1917)
Hessel, a sus 94 años, reflexiona en su libro sobre el insolente poder del dinero, sobre cómo los bancos se preocupan exclusivamente de los sueldos de los dirigentes y los beneficios, amén de cómo los gobiernos sucumben al juego de la competitividad siempre en detrimento del interés general. Miembro de la Resistencia Francesa, reconoce que hoy se cuestionan las bases de las conquistas sociales de aquel movimiento en el que participó. Porque todo se arrastra al servicio de una sociedad en la que el único motor, el verdadero protagonista, el único actor real, es el dinero. "¡Indignáos!", dice, porque a partir de este sentimiento nos moveremos de un lugar que cuestionamos y podremos empujar a los que nos destruyen, a los que pisotean un conjunto de principios y valores sobre los que debe construirse la democracia de nuestro país.
¿Quién manda? ¿Quién decide? Los únicos que ya han superado la crisis son los mismos que la han provocado y nos han dejado nadando en ella. Se cuestiona la jubilación, la seguridad social, las ayudas a la dependencia, los derechos de los inmigrantes, pero no los paraísos fiscales ni las operaciones de altísimo riesgo que nos dejan tiritando. Esta ofensiva parte de financieros que mueven la marioneta del político que sólo baila al son de sus monedas. Vencimos al fascismo, pero continúa el totalitarismo vestido con traje de chaqueta. El libro de Hessel lanza un mensaje tan básico como necesario. Ordena los sentimientos contradictorios, la decepción y la impotencia. Define la realidad. Nos aconseja. Nos libera. Nos propone un punto de partida contra esta locura de la que somos víctimas. ¡Indignémonos! A ver si a partir de aquí nace alguna respuesta.
(Artículo de opinión escrito por la actriz Cayetana Guillén Cuervo y publicado por el periódico "El Mundo" el sábado 16 de abril de 2011)
Cayetana Guillén Cuervo
(Madrid, 1969)
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