LAS ITV QUE NOS CASCARON
A alguno de nuestros ángeles de la guarda -esas personas dedicadas al servicio público que se pasa la vida pensando en nosotros- se le ocurrió que una buena idea para cobrarnos un nuevo impuesto era establecer la obligación de pasar la inspección técnica de vehículos. Y dicho y hecho. Se crearon las ITV que nos cobran a nosotros y le pagan al Estado. Negocio redondo.
En teoría pagamos un impuesto por circular. Y un seguro obligatorio. Y quien debería controlar que lo hagamos en las debidas condiciones es la Administración Pública. Pero eso implicaría mojarse. Por eso se buscó otro sistema. Estás obligado a que una ITV diga que tu coche puede circular sin problemas, pero si al salir de la inspección coges la autopista, se te rompen los frenos y te pegas un rebencazo, no vayas a pedir responsabilidades a la ITV. Eso no es asunto suyo. O sea, el coche estaba conforme para circular, pero en lo que te pase después de que salgas de allí se lavan las manos. Casi como los seguros, que te pasas la vida pagando hasta que los necesitas, en cuyo caso descubres lo difícil que es que se hagan cargo de un siniestro.
Pero a lo que vamos. Que los trabajadores de las ITV andan diciendo por ahí que las empresas con grandes flotas de vehículos presionan para que les permitan pasar las inspecciones sin mucho problema. Eso no es ningún descubrimiento. No hace falta más que ver algunos coches de Emmsasa circulando por Santa Cruz, que parece que se caen a cachos. Pero los trabajadores dicen que está pasando con las guaguas que transportan a los niños al colegio. Y eso ya son palabras mayores.
En teoría pagamos un impuesto por circular. Y un seguro obligatorio. Y quien debería controlar que lo hagamos en las debidas condiciones es la Administración Pública. Pero eso implicaría mojarse. Por eso se buscó otro sistema. Estás obligado a que una ITV diga que tu coche puede circular sin problemas, pero si al salir de la inspección coges la autopista, se te rompen los frenos y te pegas un rebencazo, no vayas a pedir responsabilidades a la ITV. Eso no es asunto suyo. O sea, el coche estaba conforme para circular, pero en lo que te pase después de que salgas de allí se lavan las manos. Casi como los seguros, que te pasas la vida pagando hasta que los necesitas, en cuyo caso descubres lo difícil que es que se hagan cargo de un siniestro.
Pero a lo que vamos. Que los trabajadores de las ITV andan diciendo por ahí que las empresas con grandes flotas de vehículos presionan para que les permitan pasar las inspecciones sin mucho problema. Eso no es ningún descubrimiento. No hace falta más que ver algunos coches de Emmsasa circulando por Santa Cruz, que parece que se caen a cachos. Pero los trabajadores dicen que está pasando con las guaguas que transportan a los niños al colegio. Y eso ya son palabras mayores.
Como resulta que los trabajadores de las ITV están a la greña con las empresas -por lo del convenio- uno sospecha que igual están cargando las tintas. Pero en todo caso se están disparando en una pata. Porque, vamos a ver ¿quién es el que firma que un vehículo pasa la ITV? Pues un trabajador. O mejor dicho, los que revisan el vehículo. Así que si alguien está dejando circular guaguas con frenos en mal estado y con niños dentro, más valdría que pusiera el trasero en remojo no vaya a ser que haya un accidente y se le caigan los palos del sombrajo. Sobre todo después de haberlo dicho públicamente.
Las ITV son cada vez más duras. El negocio es el negocio. Hay que estimular la venta de coches nuevecitos. Por eso los próximos años todo va a ser mucho más difícil para los que no han podido rascarse el bolsillo y cambiar de vehículo. A los coches diésel les va a caer la del pulpo. Y los fallos van a aparecer por todos lados, para que vayas al taller a cambiar ruedas, luces o lo que sea. Y más radares. Y más controles. Y más multas. Y venga a ordeñar que todavía queda leche. Sobre todo mala leche.
Las ITV son cada vez más duras. El negocio es el negocio. Hay que estimular la venta de coches nuevecitos. Por eso los próximos años todo va a ser mucho más difícil para los que no han podido rascarse el bolsillo y cambiar de vehículo. A los coches diésel les va a caer la del pulpo. Y los fallos van a aparecer por todos lados, para que vayas al taller a cambiar ruedas, luces o lo que sea. Y más radares. Y más controles. Y más multas. Y venga a ordeñar que todavía queda leche. Sobre todo mala leche.
(Artículo de opinión escrito por Jorge Bethencourt y publicado por el periódico “El Día” el miércoles 19 de septiembre de 2018)
Jorge Bethencourt
Periodista
COMENTARIO CRÍTICO
YA NO SABEN QUÉ HACER
PARA SUBIRNOS LOS IMPUESTOS
El autor acierta de lleno con su análisis de la situación generada desde los últimos gobiernos con su política sobre el sector de la automoción: se trata de medidas con más afán recaudatorio que preocupación por la seguridad vial. Tanto es así que, posteriormente a la redacción de este artículo, el gobierno presidido por Pedro Sánchez con el apoyo de los populistas y nacionalistas vascos y catalanes, ha acordado reducir en todos los núcleos urbanos la velocidad máxima a 30 km/hora. Es evidente la cantidad de multas y subsiguientes ingresos al erario público que esta medida va a provocar.
El gobierno de la nación ha cometido más errores de cálculo que los denunciados por Jorge Bethencourt. Anunciar la supresión de todos los vehículos alimentados por combustibles fósiles para el año 2050 es una apuesta precipitada, contraproducente y frívola. Precipitada, porque para llevarla a cabo primero hay que dotar de puntos de repostaje a la geografía española. Contraproducente, ya que ha frenado las ventas de automóviles en un segmento productivo que da trabajo directo a 330.000 personas. Y es frívola, dado que siembra la incertidumbre entre los fabricantes y los consumidores.
Las ITV, además, se prestan a la práctica de una picaresca muy española, puesto que en unas estaciones oponen más dificultades que en otras a la hora de revisar turismos, motocicletas, autobuses y camiones. Ocurren situaciones tan rocambolescas como las de exigir documentos específicos a propietarios de coches de segunda mano que ya habían obtenido el justificante de haber superado la inspección satisfactoriamente. O incluso solicitar facturas de taller por reparaciones que en realidad hizo el anterior propietario y no el actual.
Si de verdad lo que importa es reducir la mortalidad en la carretera, deberían incidir en el estado de los vehículos y no penalizar su estética, tal como lo están haciendo, pues prohíben tubos de escape dobles y miden los alerones para sancionarlos cuando no están homologados o no vienen así de fábrica. Las ganancias que procuran no proceden sólo de la recaudación por las tasas, sino por la presión que ejercen para que los ciudadanos adquieran coches nuevos, y encima eléctricos o híbridos que, a día de hoy, son insoportablemente muy caros. El colmo es la sospecha ciudadana de que la electricidad que alimente a los nuevos medios de movilidad se produzca en industrias altamente contaminantes y con unos costes muy elevados.
(Comentario escrito por Andrés González Déniz)
Hay que reconocer que la siniestralidad
del tráfico sería mayor si las ITV no existieran