Miguel Hernández Gilabert
(Orihuela, 1910 - Alicante, 1942)
Retrato
de
Lorenzo Fernández
(Madrid, 1970)
ELEGÍA A RAMÓN SIJÉ
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.
Volverás a mi huerto y a mi higuera;
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y en tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
Miguel Hernández recitando la "Elegía a Ramón Sijé" en Orihuela
justo al año siguiente de perder la vida su amigo fallecido en 1935
COMENTARIO DEL TEXTO
Miguel Hernández vivió solamente 32 años, de 1910 a 1942. Nacido en una familia campesina, fue autodidacta y leía obras clásicas de literatura española mientras pastoreaba un rebaño de cabras. Podría haber pertenecido a la generación del 36, sin embargo, debido a su temprana muerte, ha sido incluido como un genial epígono en la generación del 27. Trató de triunfar en Madrid como escritor y por falta de apoyos pasó hambre allí, por lo que regresó a Orihuela, su lugar de nacimiento. Más tarde volvió a intentarlo, pero le sorprendió la guerra civil, de la que formó parte activa en el bando republicano. Al final de la misma, murió de tifus y tuberculosis en una cárcel alicantina.
El poema que nos ocupa fue escrito cuando su amigo Ramón Sijé, un joven adinerado que financiaba una revista literaria en la que Miguel Hernández colaboraba, murió prematuramente de una septicemia fulminante en 1935, tras una infección intestinal, a la edad de 22 años. La composición pertenece al libro El rayo que no cesa, ocupando el número 29 de los poemas que incluye. Fue introducido muy poco tiempo antes de su edición, pues había sido concebido como una colección de lírica amorosa. Tras la sorpresiva y repentina muerte de su gran amigo, Miguel Hernández decide incluir esta elegía. El poemario está escrito con un estilo arcaizante, demostrando su conocimiento de los escritores clásicos, especialmente los barrocos como Quevedo, Lope o Góngora. En cierto modo evoca por momentos el tono renacentista del Cancionero de Petrarca.
El poema que nos ocupa fue escrito cuando su amigo Ramón Sijé, un joven adinerado que financiaba una revista literaria en la que Miguel Hernández colaboraba, murió prematuramente de una septicemia fulminante en 1935, tras una infección intestinal, a la edad de 22 años. La composición pertenece al libro El rayo que no cesa, ocupando el número 29 de los poemas que incluye. Fue introducido muy poco tiempo antes de su edición, pues había sido concebido como una colección de lírica amorosa. Tras la sorpresiva y repentina muerte de su gran amigo, Miguel Hernández decide incluir esta elegía. El poemario está escrito con un estilo arcaizante, demostrando su conocimiento de los escritores clásicos, especialmente los barrocos como Quevedo, Lope o Góngora. En cierto modo evoca por momentos el tono renacentista del Cancionero de Petrarca.
Miguel Hernández en la adolescencia
El tema es la desesperación por la temprana muerte de un amigo muy querido y próximo. Es una de las elegías más célebres de nuestra literatura porque logra transmitir el dolor con una factura formal perfecta dentro de las posibilidades que ofrece nuestro idioma. Es un verdadero lamento expresado con crudeza y autenticidad, sin tópicos ni florituras de cara a la galería. El tono es intimista y especialmente iracundo, frustrado, anhelante, aunque de modo asombroso es ligeramente optimista al final. La tortura interior del sujeto lírico, llena de presentimientos amenazadores, pone de manifiesto en el poeta el concepto de la vida como un morir continuo y violento abocado al nihilismo. En este sentido, la “Elegía a Ramón Sijé” forma parte de una obra de carácter sentimental y amoroso, El rayo que no cesa, publicada el 23 de enero de 1936, en la que Miguel Hernández expresa en primera persona gramatical y lírica sus propias vivencias amorosas a través de la polimetría de versos y estrofas, entre las que predomina el soneto, dentro de una obra constituida por 29 poemas y una composición final que guarda una estrecha relación con el arquetipo de Il Canzoniere de Francesco Petrarca, sin menoscabo de las influencias de Rubén Darío, los poetas coetáneos de la generación del 27 o el propio Gustavo Adolfo Bécquer.
Miguel Hernández en sus años de formación
La estructura interna se podría establecer en cuatro partes:
1ª: Desde el primer verso hasta el 18 trata del sufrimiento que causa en el yo del poeta la muerte de su amigo. Explica el dolor que le produce. Se caracteriza por el uso del tiempo verbal en presente.
2ª: Desde el verso 18 hasta el 27 expresa la ira que siente hacia la muerte y la vida. En la primera estrofa recurre al tiempo pasado.
3ª: Desde el verso 28 hasta el 45 describe su anhelo hacia el amigo que ha perdido y se imagina que resucita a través de la naturaleza (rasgo vinculado al misticismo). Emplea el tiempo futuro.
4ª: Desde el verso 46 hasta el 49 emplaza a su amigo para que regrese. A modo de conclusión manifiesta su íntima amistad y aprecio por el amigo perdido. Utiliza el tiempo presente.
El poeta en su etapa de miliciano y combatiente republicano
El “yo” del poeta se aprecia en el predominio de verbos, pronombres y determinantes posesivos en primera persona del singular a lo largo del poema ("yo quiero ser llorando", "daré tu corazón", "mi dolor"). El “tú” lírico se pone de manifiesto con repetidas referencias al difunto, desde el título mismo y a lo largo del poema con verbos en segunda persona, pronombres y referencias relacionadas con él ("la tierra que ocupas y estercolas", "te ha derribado", "compañero del alma"). Son abundantes, pero no muy extensas, las referencias tanto a elementos naturales ("desalentadas amapolas", "tormenta de piedras, rayos y hachas", "altos andamios de las flores", "almendro de nata"), como a elementos abstractos ("muerte enamorada","vida desatenta", "alma colmenera"), y especialmente a la situación emocional del “yo” lírico ("me duele hasta el aliento", "no hay extensión más grande que mi herida"). Las descripciones son usadas principalmente para describir el dolor, la conmoción, el lamento, la furia o el "tú" lírico que representa Ramón Sijé. El ámbito espacio-temporal está ubicado en un lugar abierto, un campo o unas tierras, tal vez un huerto (la naturaleza), pero lo importante no proviene desde fuera, al contrario, son elementos interiores como la pena o el lamento los que dotan de fuerza a este poema. El "yo" lírico, por medio de un espacio externo, que es el campo y la naturaleza, describe hondas reflexiones sobre la vida y la muerte a la vez que explaya su tristeza, dolor, ira, anhelo y lamento.
Ramón Sijé
(José Ramón Marín Gutiérrez)
(Orihuela, 1913 - 1935)
Poeta, ensayista, editor, articulista y abogado
En el plano de la expresión podemos apreciar que tiene forma narrativa con aspectos dialógicos entre un emisor en primera persona y un destinatario en segunda. Se trata, por tanto, de una narración monologada con algunos elementos descriptivos. ("Yo quiero ser, de la tierra que ocupas y estercolas", "un empujón brutal te ha derribado", "quiero escarbar", "besarte la noble calavera, desamordazarte y regresarte"). La elegía es una modalidad poética que expresa tanto sentimientos intensos y profundas reflexiones como experiencias propias. La que analizamos es un canto fúnebre paradigmático en la literatura española, sólo comparable a las Coplas del llanto por la muerte de su padre de Jorge Manrique. El poema está confeccionado con versos endecasílabos (arte mayor) agrupados en tercetos encadenados (ABA, BCB, CDC, DED, EFE, FGF, GHG, HIH, IJI, JKJ, KLK, LML, MNM, NON, OPO) salvo la última estrofa que es un serventesio (PQPQ). La rima es consonante y paroxítona, fijándose el axis rítmico sobre la sílabas pares en las que recae la fuerza tónica. Se hace uso de los encabalgamientos suaves ("Volverás al arrullo de las rejas / de los enamorados labradores") y abruptos ("caracolas / y órganos mi dolor sin instrumento / a las desalentadas amapolas / daré tu corazón por alimento").
El léxico empleado en el poema es eminentemente funesto, sobre todo en la primera mitad. De las familias léxicas que aparecen cabría destacar la del dolor y el llanto (doler, duele, dolor / lloro, llorando). Está también el campo semántico de la destrucción (manotazo, tormenta, herida, empujón brutal, hachazo), sin esta connotación negativa aparece el campo semántico de la naturaleza (flores, almendro, hortelano, tierra, huerto, higuera, rosas, abejas), y el del cuerpo humano (manos, dientes, dentelladas, calavera, alma, corazón). La mayoría del léxico se usa de forma connotativa y por medio de metáforas (corazón = alma; labradores = abejas).
El escritor en el cementerio de Orihuela
donde enterraron a su amigo Ramón Sijé
En cuanto a la sintaxis, vemos oraciones simples, yuxtapuestas o coordinadas, lo que confiere un ritmo rápido y ágil al poema. El registro lingüístico utilizado es culto y elevado, haciendo uso de formas expresivas complejas y preciosas. Se detectan, entre las figuras estilísticas, metáforas ("manotazo duro", "golpe helado", "hachazo invisible", "empujón brutal" = muerte), hipérboles ("por doler me duele hasta el aliento", "siento más tu muerte que mi vida", siendo ésta última además una antítesis paradójica), hipérbatos ("llama a un campo de almendras espumosas / mi avariciosa voz de enamorado"), aliteraciones ("a las aladas almas de las rosas"), personificaciones ("tormenta sedienta de catástrofes y hambrienta").
Esta obra es de carácter lírico y como tal se caracteriza por adoptar una perspectiva subjetiva. Gira en torno a un yo que presenta la realidad desde su punto de vista. El objetivo principal de una obra lírica no es la descripción de lo externo, sino la expresión de una interioridad: en este caso de los sentimientos, las sensaciones y los pensamientos que provoca en ese yo del poeta la reciente muerte de un amigo íntimo. Como consecuencia de esto resulta lógico el empleo de la primera persona, sin detrimento de que puedan aparecer también otras personas gramaticales. A diferencia de los otros géneros, en el lírico no tienen un papel prioritario las acciones ni el discurrir del tiempo, pues éste se detiene en los estados del alma que lo evocan. Debido a que persigue transmitir un sentimiento determinado y una situación anímica, entra en escena la descripción.
En conclusión, la tortura interior del sujeto lírico, llena de sentimientos amenazadores, pone de manifiesto en Miguel Hernández el concepto de la vida como un bien frágil y abruptamente perecedero contra el que se opone porque le resulta inaceptable.
Esta obra es de carácter lírico y como tal se caracteriza por adoptar una perspectiva subjetiva. Gira en torno a un yo que presenta la realidad desde su punto de vista. El objetivo principal de una obra lírica no es la descripción de lo externo, sino la expresión de una interioridad: en este caso de los sentimientos, las sensaciones y los pensamientos que provoca en ese yo del poeta la reciente muerte de un amigo íntimo. Como consecuencia de esto resulta lógico el empleo de la primera persona, sin detrimento de que puedan aparecer también otras personas gramaticales. A diferencia de los otros géneros, en el lírico no tienen un papel prioritario las acciones ni el discurrir del tiempo, pues éste se detiene en los estados del alma que lo evocan. Debido a que persigue transmitir un sentimiento determinado y una situación anímica, entra en escena la descripción.
En conclusión, la tortura interior del sujeto lírico, llena de sentimientos amenazadores, pone de manifiesto en Miguel Hernández el concepto de la vida como un bien frágil y abruptamente perecedero contra el que se opone porque le resulta inaceptable.
Miguel sobre la tierra que cubrió los restos mortales de Ramón Sijé