Pedro Sánchez: el hombre dispuesto a cualquier cosa con tal de seguir viajando en un Falcon
LA CONGA DEL DOCTOR SÁNCHEZ
Alguien dijo que la guerra era la continuación de la política por otros medios; pero, para el doctor Sánchez, la política es la anticipación de la guerra por otros medios. En las guerras, por ejemplo, se toman rehenes de la población civil para forzar al enemigo a la rendición; y el doctor Sánchez toma como rehenes a los jubilados, (incluidos los catalanes), congelándoles la subida de la pensión, para forzar a los esquerranos a la abstención en la investidura. En las guerras, los ejércitos de ocupación mantienen todas las instituciones de las naciones invadidas, convirtiendo a quienes las dirigen en peleles a su servicio; y el doctor Sánchez hace lo propio con la abogacía del Estado, con la Fiscalía, con la judicatura y hasta con el mismísimo Rey, al que manda de viaje trasatlántico cuando le peta, u obliga a que lo designe candidato a una investidura en la que lo van a votar todos los que quieren mandar la monarquía al desván de la Historia.
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¡Así funcionan los Estados fallidos! El doctor Sánchez ha descubierto que la descomposición de las instituciones es galopante; y ha decidido que es una ocasión pintiparada para aprovecharlas en beneficio propio. Decía Pemán que la separación de poderes no era más que un arreglito o componenda que hizo el buen sentido inglés, para evitar que las instituciones anduviesen a la greña entre sí, como invitados borrachos de una boda. Y el doctor Sánchez, viendo que a los invitados ya se les pasó la borrachera y lo único que quieren es la recena, los pone a todos en fila para que bailen la conga al ritmo que les marca. Así vemos cómo la abogacía del Estado, la Fiscalía y la judicatura se van convirtiendo en zascandiles que tuercen y contorsionan el Derecho, para acomodarlo a las conveniencias coyunturales del doctor Sánchez. Lo hicieron ayer para desenterrar a Franco, lo hacen hoy para facilitar la investidura, lo harán mañana para arruinar civilmente la vida de cualquier opositor molesto.
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Al zombidemocratismo no le perturba demasiado que tal o cual diputado, concejal o incluso ministro sea corrupto; pero en cambio no puede soportar que los jueces también lo sean, porque sería tanto como aceptar que el trampantojo se derrumba. Además, el zombidemocratismo, siempre que piensa en corrupción, imagina fajos de billetes o comisiones bajo cuerda, y no se atreve a concebir una forma de corrupción mucho más amedrentadora, que es la conversión de un funcionario público -o de todo un estamento funcionarial- en un ejecutor implacable de las consignas ideológicas que el poder desea implantar. Durante muchos años se ha permitido impunemente que las promociones en la judicatura se hayan asignado según un criterio de adhesión ideológica lacayuna; y ahora nos encontramos con un estamento judicial servil y alfombruno, dispuesto a envolver con un perifollo de apariencia jurídica las concupiscencias (no importa cuán coyunturales o caprichosas sean) del poderoso de turno.
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Hace unas semanas, Alfonso Guerra explicaba sin rebozo que el Tribunal Constitucional es un nido de prevaricadores que adoptan resoluciones a sabiendas de su injusticia, con tal de allanarse ante las consignas en boga y seguir chupando del bote. Y cualquier persona que no haya sido completamente arrasada por el zombidemocratismo puede contemplar, en las tertulieta televisivas, a jueces y fiscales carentes por completo de sensus iuris, defendiendo los cambalaches jurídicos más infames, dispuestos siempre a halagar los paradigmas ideológicos triunfantes. Al doctor Sánchez no le costará nada ponerlos a bailar la conga; bastará con que, a modo de recena, halague su vanidad con unos cuantos honores y ascensos.
(Artículo de opinión escrito por Juan Manuel de Prada y publicado por el periódico "ABC" el viernes 27 de diciembre de 2019)
Juan Manuel de Prada
(Baracaldo, Vizcaya, 1970)
Escritor, articulista y crítico literario
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