Alberto Ruiz-Gallardón Jiménez
(Madrid, 1958)
El alcalde que combate la miseria ocultándola a la vista
EL ALCALDÍSIMO SE MOLESTA
Estoy completamente a favor de la propuesta de Gallardón de retirar a los mendigos de la vía pública siempre y cuando Gallardón vaya incluido en la propuesta. No hay mayor pedigüeño que este alcalde que los madrileños nos echamos a la chepa cada cuatro años porque somos un pueblo masoca donde los haya y porque nos gusta el cemento más que a un tonto una tiza.
Persona durmiendo a la intemperie en la castiza calle de Fuencarral
Mientras los mendigos piden pan con ayuda de una lata y un perro, el alcaldísimo reclama pasta a todas horas para tapar la interminable sangría de su desgobierno, esa sucesión de obras chorras y caprichos faraónicos con que ha dejado Madrid arruinada para varias generaciones y resquebrajada de arriba abajo.
Un nuevo escudo para la rancia especulación inmobiliaria
Gallardón, al estilo de Franco en sus tiempos de gloria, quiere las calles limpias como la patena para que no estorben al paso de su limusina ni le rompan el efecto hojaldre de sus bonitas zanjas. No le importan un carajo los andamios, los socavones ni las vallas que alfombran la capital: en cambio (ya ves tú) le joden los pobres. Le molesta tropezarse con la realidad según asoma la nariz por su palacio, sobre todo desde que la realidad se ha llenado de hambre y roña.
Zapatero los deja tirados y Gallardón pretende enjaularlos
El alcaldísimo quisiera una calle gélida y solitaria como los pasillos de su Politburó de Cibeles, donde dicen que toca la campanilla para avisar que va, y fuera no queda ni el gato. A Gallardón no le gusta codearse con el resto de los mortales, esa gentuza que le trae el periódico y le sirve el café con leche, salvo cuando llegan las elecciones. Entonces abre la ventana del sarcófago para que se aireen los decretos franquistas y el olor a moho, y sale a pedir votos y a rebozarse en puro populacho.
Albertito siempre ha sido el monaguillo del grupo PRISA=PSOE dentro del PP
Desde que se ha aposentado en Cibeles, el Palacio de Correos ha adquirido la estampa de un castillo en Transilvania, la silueta de un mamotreto pringado en obras perpetuas para recordar a sus esclavos cuánto le gusta a su caudillo por horas desayunar con el ruido de las hormigoneras de fondo y el aroma a cemento recién hecho. Atrincherado en su mausoleo, pertrechado de votos, de cientos de asesores, de proyectos fracasados y de bocetos olímpicos carísimos que ahora sólo sirven de papel higiénico, no para de imaginar nuevas paridas con las que malgastar un dinero que ya no tenemos.
Tarjeta de visita de la capital de España: pura escombrera moral y física
Abrir una zanja, tirar un viejo mercado, cambiar una estatua de sitio, cualquier memez donde pueda hincar la pala de una excavadora. No está muy claro dónde va a meter Gallardón a tods esos indigentes que le afean los bulevares y las avenidas. Lo más probable es que tenga que excavar otro túnel y encerrarlos dentro porque da la impresión de que no va a invitarlos a todos a tomar café en su despacho.
(Artículo de opinión del escritor David Torres publicado por el diario "El Mundo" en su edición de papel correspondiente al viernes 15 de abril de 2011)
David Torres
(Madrid, 1966)
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