viernes, 25 de enero de 2019

Sobre la peligrosa situación en Venezuela


Juan Guaidó
(La Guaira, 1983)
Presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela

EL GORILATO ROJO

El friso de generales que, como jamones ahumados pasados de siglo y desaconsejables para la salud, compareció ayer en Caracas para sostener a Maduro y mantener sus narcofortunas en el extranjero, dio al régimen de terror y miseria fundado por Chávez, patria y matria de “Podemos”, un toque estético definitivo. Los golpistas iberoamericanos a los que la izquierda ha llamado siempre «gorilas» son cisnes rubendarianos al lado de esta manada.

La cúpula militar venezolana con Vladimir Padrino al frente

Decorados con chatarra en hileras al soviético modo y bajo una luz amarillenta, como de morgue de Timisoara, muy adecuada a su función de generales-funerales, el gorilato chavista exhibía el ceño típico de matasiete tercermundista que nunca ha tenido enfrente un verdadero ejército, como Galtieri cuando tomó las Malvinas pensando que Londres estaba muy lejos. Y acaso lo peor: una prosa con el plúmbeo estilo de la profesorera podemita. En su jefe, Vladimir Padrino, o Lenin Corleone, se confiaba para desatascar el chavismo y ahora se le cree atrapado en una cuenta suiza o en la infinita videoteca habanera a lo Elena Ceaucescu, que tenía 3.000 vídeos de los invitados a la Rumanía comunista, grabados en sus disfrutes más íntimos. Pero cualquier esperanza de salida pacífica quedó aventada a corto plazo con el comunicado del gorilato narcomunista, que parece extraído de la tesis de “Errejón-tres-comidas-diarias”. El villano en su rincón, mudito él.

Juan Guaidó es la última esperanza de los venezolanos

Eso de que hay "una guerra híbrida contra Venezuela" es propio del Monedero de turno, como hablar de "una saturación significante cognitiva de inspiración plebeya, pero vocación transversal". Un peñazo, vamos. Ante el ejército brasileño, les caducaban los lexemas y se rendían anteayer. Pero la apuesta gorilesca por mantener la ilegitimidad como única legalidad deja a los países del entorno —casi toda América— a enfrentarse a una especie de imperio soviético reconstituido como cártel, con Putin de capo y Cuba de checa madre. Frente a ello, hay que empezar por congelar todos los fondos del régimen, privados y públicos. Y presionar sin descanso. Dejo aparte el cadáver de la Unión Europea y el papel decisivo en su indecisión de Falconetti (Pedro Sánchez), que llama a Guaidó para pedirle elecciones libres —como si estuviera en su mano—, pero no lo reconoce como presidente para convocarlas. Compararlo con las ratas sería insultarlas.

(Artículo de opinión escrito por Federico Jiménez Losantos y publicado por el periódico “El Mundo” el viernes 25 de enero de 2019)

Nicolás Maduro
(Caracas, 1962)
El presidente más nefasto en la historia de Venezuela

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