Ochenta y tres minutos de repulsión
CONDEMNED
(2015)
Cuando una película de terror en
lugar de infundir miedo causa repugnancia es que algo falla. Y si en algunos
momentos mueve a la risa, como en este caso, cuando la torpeza de los actores y
los maquillajes de los zombies se notan demasiado postizos, es que se trata de
un fracaso sin paliativos. Podríamos disculpar al director Eli Morgan Gesner
por tratarse de un debut, ahora bien, podía haber hecho algo más, a pesar de
haberse rodeado de un equipo de primerizos.
Ronen Rubinstein hace el papel de Dante el utopista
Lo mejor del film es el efecto
especial de meter la cámara por dentro de las tuberías de un edificio. Y para
de contar. Lo bueno es que, con estos mismos mimbres, es decir, con este guion escrito
por el propio director, no me cabe la menor duda de que en un futuro se podría
hacer un “remake” más que decente y terrorífico. Actúa una hermana del actor
Sean Penn, una desconocida Dylan, y la pobre no podría haber elegido un proyecto
peor para iniciar su carrera como actriz.
Dylan Frances Penn
(Los Ángeles, California, 1991)
Cuesta mucho creer que su personaje, Maya, una joven pija de familia rica, acepte vivir en un antro semejante como el que le ofrece su novio
Estamos en una casa llena de “okupas”,
a cada cual más “friki”, en el barrio del Lower East Side de Manhattan: una
neonazi pareja gay de sadomasoquistas corpulentos y hormonados, un judío proxeneta
llamado “Bigfoot” que vive de un transexual negro, un mafioso narcotraficante
de rasgos orientales, un antiguo vecino con demencia senil, una pareja de
jóvenes yonquies, un guitarrista drogata y fracasado, más la chica y el chico
protagonistas, Maya y Dante, que se mudan a vivir con esta fauna.
Lydia Marie Hearst-Shaw
(Wilton, Connecticut, 1984)
Pese a ser más modelo que actriz, hizo mejor que nadie su papel
La porquería de los detritos que
esta chusma expulsa por los bajantes, mezclada con la bazofia líquida de un
medicamento, provocan la aparición de un virus que los infectará convirtiéndolos
progresivamente en monstruos asesinos. A este respecto hay que incidir en que los
efectos especiales son bastante ineficaces, las costras en la piel de los
enfermos parecen de plástico, y las escenas siguen a veces un patrón brusco de
rodaje, como si estuvieran mal engarzadas. Para colmo, la dramatización resulta
simplona. En definitiva, estamos ante una chapuza desagradable.
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
Jordan Gelber
(Riverdale, Bronx, New York, 1975)
En esta historia por lo menos aprendemos lo peligrosa que es la gentuza
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