viernes, 8 de enero de 2016

En lugar de sustos, asco y carcajadas

Ochenta y tres minutos de repulsión
 
CONDEMNED
(2015)
 
Cuando una película de terror en lugar de infundir miedo causa repugnancia es que algo falla. Y si en algunos momentos mueve a la risa, como en este caso, cuando la torpeza de los actores y los maquillajes de los zombies se notan demasiado postizos, es que se trata de un fracaso sin paliativos. Podríamos disculpar al director Eli Morgan Gesner por tratarse de un debut, ahora bien, podía haber hecho algo más, a pesar de haberse rodeado de un equipo de primerizos.
 
Ronen Rubinstein hace el papel de Dante el utopista
 
Lo mejor del film es el efecto especial de meter la cámara por dentro de las tuberías de un edificio. Y para de contar. Lo bueno es que, con estos mismos mimbres, es decir, con este guion escrito por el propio director, no me cabe la menor duda de que en un futuro se podría hacer un “remake” más que decente y terrorífico. Actúa una hermana del actor Sean Penn, una desconocida Dylan, y la pobre no podría haber elegido un proyecto peor para iniciar su carrera como actriz.
 
Dylan Frances Penn
(Los Ángeles, California, 1991)
Cuesta mucho creer que su personaje, Maya, una joven pija de familia rica, acepte vivir en un antro semejante como el que le ofrece su novio
 
Estamos en una casa llena de “okupas”, a cada cual más “friki”, en el barrio del Lower East Side de Manhattan: una neonazi pareja gay de sadomasoquistas corpulentos y hormonados, un judío proxeneta llamado “Bigfoot” que vive de un transexual negro, un mafioso narcotraficante de rasgos orientales, un antiguo vecino con demencia senil, una pareja de jóvenes yonquies, un guitarrista drogata y fracasado, más la chica y el chico protagonistas, Maya y Dante, que se mudan a vivir con esta fauna.
 
Lydia Marie Hearst-Shaw
(Wilton, Connecticut, 1984)
Pese a ser más modelo que actriz, hizo mejor que nadie su papel
 
La porquería de los detritos que esta chusma expulsa por los bajantes, mezclada con la bazofia líquida de un medicamento, provocan la aparición de un virus que los infectará convirtiéndolos progresivamente en monstruos asesinos. A este respecto hay que incidir en que los efectos especiales son bastante ineficaces, las costras en la piel de los enfermos parecen de plástico, y las escenas siguen a veces un patrón brusco de rodaje, como si estuvieran mal engarzadas. Para colmo, la dramatización resulta simplona. En definitiva, estamos ante una chapuza desagradable.
 
(Reseña escrita por Andrés González Déniz)
 
Jordan Gelber
(Riverdale, Bronx, New York, 1975)
En esta historia por lo menos aprendemos lo peligrosa que es la gentuza

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