domingo, 20 de octubre de 2013

Comentario del texto "Esos jueces"

De izquierda a derecha: José Castro (Córdoba, 1947), el magistrado que lleva el caso Nóos; Pablo Ruz (Madrid, 1975), encargado del asunto Bárcenas; Javier Gómez Bermúdez (Málaga, 1962) en cuyas manos estuvo el extraño juicio sobre el 11-M; y Mercedes Alaya (Écija, 1963), la juez que carga sobre sus hombros el macroproceso de Mercasevilla y los ERE en Andalucía
 
ESOS JUECES
 
La apabullante abundancia de corruptos y las zozobras de la crisis están teniendo una consecuencia inesperada: la entrada en escena de un puñado de jueces que, de pronto, parecen haberse convertido en nuestra última esperanza. Qué mudables son las sociedades en épocas convulsas: en junio de 2012, un sondeo del CIS mostraba que el 58% de los españoles tenían poca o ninguna confianza en los jueces. Hace unos días, otro sondeo ha dictaminado que siguen siendo los profesionales menos valorados (no entraban los políticos), pero ojo porque la encuesta es diferente: ahora se pedía su puntuación y han sacado 59 sobre 100, o sea un aprobado alto. Creo que no hace falta ser del CIS para apreciar que, en los últimos meses, una serie de magistrados se están convirtiendo, para muchos, en los únicos interlocutores institucionales válidos ante las angustias de la sociedad. Y, así, admiramos a Mercedes Alaya, sola e implacable ante la marranada de los ERE (tiene una página de fans en Facebook que ya va por los 17.000 seguidores); y desde luego al juez Castro, que ha tenido el coraje y la dignidad de imputar a la Infanta, devolviendo al país la credibilidad en el sistema legal; y a Vigués, el decano de Valencia que hizo el informe contra los desahucios; y a los muchos magistrados que, desde Vigo hasta Lanzarote, se están negando a echar a la gente de sus casas. Estamos tan necesitados de héroes civiles, de poderes protectores y de paladines, que, de seguir así, los jueces se convertirán en el estamento estrella. Lo cual enseñaría a los políticos que recuperar el aprecio ciudadano es cosa fácil. Bastaría con dejar de perseguir ferozmente a quienes protestan (veo más violencia en las declaraciones políticas que en la mayoría de los escraches, según testigos) y con demostrar que por lo menos son capaces de escuchar el dolor de la calle.
 
Rosa Montero, “El País”, (9 de abril de 2013)
 
Rosa Montero
(Madrid, 1951)
Escritora y periodista
 
COMENTARIO

Se trata de un texto con carácter expositivo-argumentativo. Expositivo, porque en él se exponen datos estadísticos basados en encuestas y se mencionan aspectos puntuales de jueces en principio honestos o valientes. Y posee también un carácter argumentativo, porque aporta la idea de cómo deberían los políticos imitarles siguiendo  el mismo camino.
El texto pertenece al subgénero periodístico de la columna de opinión y se enmarca en la doble situación de crisis económica y corrupción moral que padece España. Lo ha escrito la novelista y periodista profesional Rosa Montero, una escritora de índole sentimental con treinta años de trayectoria literaria aproximadamente. El título hace una referencia somera a unos pocos jueces que por su rectitud nos resultan admirables. Apareció publicada en un periódico de alcance nacional y tendencia ideológica progresista en torno a la primavera del año dos mil trece.
 
La principal función lingüística del texto sería la referencial por los datos y argumentos que nos proporciona. En segundo lugar, estaría la función conativa o apelativa porque busca que los políticos cambien de actitud. Y en tercer lugar, el texto está dotado de la función emotiva o expresiva debido a que está ligeramente teñido de una emoción personal, la admiración que le suscitan unos cuantos jueces.
 
En cuanto a los elementos del circuito comunicativo, resulta evidente que Rosa Montero es la emisora; los lectores del periódico, tanto en versión de papel como digital, serían los receptores. “El País”, periódico que publicó esta columna de opinión, sigue siendo la cabecera más difundida entre los españoles. El canal, en este caso, es el formato de papel. La situación o contexto situacional concreto que conocemos sería la prueba de acceso a la universidad para los estudiantes que se examinan. El código consistiría en el idioma español utilizado de manera elaborada y formal (con una excepción, el término “marranada”, empleado para dar mayor énfasis o fuerza hiperbólica a un delito impresentable: el desvío de fondos para cubrir los subsidios de desempleo que fueron malversados en cocaína, comilonas y gastos de financiación del partido socialista obrero español). El mensaje es el rayo de esperanza que encarnan los jueces cuya conducta ejemplar debería ser emulada por los gestores políticos. Y el referente, por supuesto, no es otro que el enfangamiento en la corrupción que viene revelándose en nuestra democracia de un tiempo a esta parte con mayor virulencia que nunca.
 
El tema del texto podría quedar enunciado de la siguiente manera: “Surgimiento de un grupo de magistrados como últimos baluartes contra la corrupción”.  Otra manera más sencilla de enunciar el tema o idea principal podría ser ésta: “El valor de ciertos jueces en el desempeño de su labor”.
 
La tesis defendida está en la línea de la admiración por el trabajo que un grupo de jueces desempeña, y sobre todo, con el hecho de que los políticos deberían seguir el modelo de los jueces en sus actuaciones.
 
La estructura que articula el texto es la clásica, esto es, la compuesta por un planteamiento (admiración por unos juristas), desarrollo (explicitación de quiénes son), y desenlace (los políticos habrían de seguir sus mismos pasos). Secundariamente, la estructura sigue un proceso deductivo o analítico, porque a partir de la premisa inicial consistente en la ejemplaridad de unos jueces destacados, la autora va desgranando ejemplos (Mercedes Alaya, el juez Castro y el magistrado Vigués) hasta llegar a una conclusión final.
 
El texto se podría  resumir así:  “De un año para acá la imagen de los jueces ha mejorado, quizás debido a que un grupo de magistrados está suponiendo un bastión contra los abusos de los desahucios y otros casos de corrupción flagrante. Su fama ascendente podría servir de espejo en el que los políticos obtendrían una imagen con la que compararse y aprender el camino a seguir.”
 
La relevancia del tema abordado y su candente actualidad quedan manifiestos por el clima de inmoralidad debido a los casos de corrupción escandalosa que padecemos. En parte porque estamos viviendo los resultados de una transición mal hecha, según la escritora Almudena Grandes; en buena medida porque el sistema de autonomías ha conseguido que en cada comunidad prolifere una especie de señores feudales capaces de hacer con su capa un sayo; de alguna manera porque la Constitución española necesita una revisión al no dar más de sí; y sobre todo, debido al factor humano de la codicia, el oportunismo y el afán ventajista propio de los seres humanos; considero que por todo esto estamos asistiendo atónitos a una doble crisis: moral y económica.
 
Rosa Montero utiliza argumentos de datos (una encuesta del CIS o Centro de Investigaciones Sociológicas), de ejemplificación (menciona a los “jueces-estrella”), lógicos (razona que la corrupción acarrea la visibilización de jueces a quienes se apela para combatirla), y de causa-consecuencia (el buen ejemplo de los togados mostraría lo que debieran hacer los políticos).
 
Análisis de los recursos lingüísticos que dan coherencia al texto:
 
En el nivel léxico-semántico cabe destacar el empleo de términos relacionados con los dos campos asociativos que configuran el tema y dan unidad al texto: la justicia (jueces, magistrados, imputar, sistema legal, decano) y la crisis (crisis, políticos, ERE, desahucios, poderes protectores, estamento, escraches). En este mismo plano semántico observamos el empleo de adjetivos y expresiones con carácter valorativo (apabullante abundancia de corruptos, última esperanza, épocas convulsas, Mercedes Alaya sola e implacable, la marranada de los ERE). El uso de un adjetivo valorativo, como es el caso del epíteto “apabullante”, adquiere carácter hiperbólico y redundante al calificar al sustantivo “abundancia”. Otros dos adjetivos ponderativos subrayan el papel de la jueza Mercedes Alaya: “sola” e “implacable”. Puede apreciarse que el empleo de sustantivos como “zozobras” y “paladines”, o el adjetivo “convulsas”, adscriben el texto al registro diafásico culto, formal y elaborado. Precisamente, en ese contexto cabe resaltar el sustantivo “marranada”, un vulgarismo empleado  con intención enfática a destacar como una excepción léxica en un cotexto o contexto lingüístico de vocabulario cuidado. El galicismo “escrache” demuestra la precisión que busca la autora, y aunque es un término que se ha popularizado, hasta hace bien poco era desconocido. Designa el acoso hacia una persona hasta llegar a formarle manifestaciones delante de la puerta de su casa.
 
En el plano morfológico podríamos mencionar el uso de adjetivos derivados, como “inesperada” (con el prefijo negativo in-, y el sufijo de participio de pasado –ada), “mudables” (gracias al sufijo –ables, cuyo significado es 'que se puede'), “implacable” (con el prefijo privativo –im y el sufijo derivativo –able, cuyo significado resultante es 'dicho de algo que no se puede detener'). También podría añadirse el sustantivo “interlocutores”, cuyo prefijo inter- y sufijo –or, más el morfema de plural –es, dan como significado 'los que hablan entre sí'. Asimismo, hay recursos léxicos reseñables como, por ejemplo, el uso de paréntesis para introducir aclaraciones o remarcar argumentos (no entraban los políticos, tiene una página de fans…, veo más violencia…), hipérboles (de seguir así, los jueces se convertirán en el estamento estrella), metáforas (escuchar el dolor de la calle). En cuanto a los verbos, debemos resaltar la recurrencia de la primera persona del singular (creo, veo), así como del plural (admiramos, nuestra última esperanza, estamos), cuyo objetivo es acercar e implicar al lector en la problemática expuesta.
 
En lo que corresponde a la sintaxis, predominan los nexos completivos (cinco) sobre los relativos (tres). Hay una subordinación  adverbial consecutiva “tan…que” y una comparativa “más…que”. Teniendo en cuenta que la coordinación sólo aparece en el fragmento donde se cita a los jueces utilizando los conectores de causa/efecto “y, así”, de adición “y desde luego”, para acabar con las conjunciones copulativas “y…y”, concluiremos que la subordinación predomina, algo lógico si se tiene en cuenta que es más propia de la argumentación, variedad textual elaborada y compleja de por sí.
 
En el plano conceptual observamos repeticiones léxicas (pues se reiteran los términos “jueces” y “políticos”), sinonimia (jueces = magistrados = profesionales = interlocutores institucionales / sondeo = encuestas), elipsis (al juez Castro / a…Vigués).
 
En cuanto a la deixis, el elemento anafórico que viene a ser el pronombre relativo “lo cual” alude o señala al concepto de “la necesidad social de héroes, protección y líderes honestos”.
 
Mi opinión personal es que la autora peca de optimista y con su postura lo único que consigue es parchear una deplorable situación de emergencia que, a mi modo de ver, constituye todo un naufragio social. Con lo lenta que es la justicia en España, y con lo politizada que está, siendo hoy los jueces designados en cuotas por el partido en el gobierno y el principal en la oposición, la justicia española ni es justa, porque es lenta; ni es independiente, porque depende de quien nombra a los jueces, con lo que éstos actuarán según el dictado de sus amos para no perder sus puestos.
 
Encima, Rosa Montero creo que incurre en la demagogia al calificar los escraches como menos violentos que las declaraciones políticas. Vamos a ver: ¿es que perseguir a alguien hasta su casa y montarle un numerito con protestas no pone en peligro la seguridad y la vida de quienes allí habitan? ¿No puede haber delincuentes que se mezclen entre los manifestantes? ¿No se hace público así el domicilio del político en cuestión, algo que debería ser privado? ¿No podrían ser agredidos al entrar o salir de sus casas? ¿Acaso no les conduciría a la sensación de estar secuestrados? ¿Y si tienen hijos pequeños? ¿Ellos también son perseguibles o culpables? Definitivamente, no. Unas palabras surgidas de los labios de un político, normalmente no son más violentas que un escrache, como no sea un acto de habla realizativo del tipo de una declaración de guerra.
 
En conclusión, este artículo de opinión me parece un excelente paradigma del pensamiento exhibicionista prototípico de la izquierda: pasen y vean, he aquí la pasarela de modelos en que se convertirán los jueces elevados al estrellato. Se trata de armar un espectáculo a partir de una tragedia y no de resolverla. Nada de análisis riguroso de las consecuencias económicas que acarrearía la inseguridad jurídica por no pagar las hipotecas, más el mal ejemplo o la injusticia y el desánimo que cundirían entre los que sí las pagan con esfuerzo. Se trata de contemplar en el estrellato a unos jueces que al final no podrán limpiar el sistema de sus excrecencias y de escuchar el dolor (¡oh, catarsis!) de los desposeídos (algunos de entre ellos caraduras y sinvergüenzas) como si se tratara de montar un guiñol, esto es, puro teatro.
 
 
¿Qué sentido tiene montar un escrache frente al domicilio de un político cuando éste frecuenta actos públicos donde los manifestantes pueden pedirle cuentas, protestar y abuchearle?

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