miércoles, 16 de octubre de 2013

Comentario del texto "Aprender a suspender"

 
APRENDER A SUSPENDER

EL poeta y profesor Enrique Baltanás prometía hace poco escribir un “Elogio del suspenso” y adelantaba: "No nos pronunciamos, nuestro juicio sobre alguien lo dejamos en suspenso  hasta mejor ocasión. Por eso el suspenso no debería llevar nunca nota numérica". Por ahora, los alumnos están en suspense ante la inminencia de los exámenes del primer trimestre. Mientras ellos se esperan lo peor, y yo el luminoso elogio de Baltanás, resulta natural que todos pensemos en los suspensos.
Las incesantes leyes pedagógicas nos proponen que aprendamos a aprender, que aprendamos a emprender, que aprendamos a usar las nuevas tecnologías, a convivir para la ciudadanía, a los valores (siempre y cuando sean democráticos) y a un centón de cosas más. Bien. Según reza el refranero, el saber no ocupa lugar; aunque uno a veces abriga la sospecha de que Luis Cernuda iba mejor encaminado cuando objetó: "El saber ocupa lugar, tanto, que puede desplazar a la inteligencia". De todas maneras, eso no afecta a nuestros estudiantes, sino apenas a algunos profesores de las que Borges llamó crédulas universidades. Más cerca nos cae el aviso de Unamuno: "El maestro que enseña jugando acaba jugando a enseñar". Contra la tentación lúdica siempre nos quedarán los exámenes y el riesgo del suspenso.
Lo explicará mejor Baltanás. Yo solamente quería proponer que, para la nueva reforma educativa, que estará al caer, pues no paran, se contemple otro aprendizaje: aprender a suspender. Las pedagogías modernas descuidan este aspecto, y resulta clave si queremos preparar de verdad a los alumnos para el futuro.
Mi propia experiencia demuestra que la mayor parte del tiempo se lo pasa uno fracasando. Muchos de nuestros proyectos no salen como habíamos pensado o directamente no salen. La vida es una evaluación continua, ¡uf!, y al final de la misma, según san Juan de la Cruz, nos examinarán (¡otro examen!) de amor. Lo mejor sería aprobarlo todo y, como mínimo, el examen final, pero no se puede aprobar siempre.
La autoestima, el escalón de desarrollo próximo, el progresa (faltaría más) adecuadamente (por supuesto) son muy agradables para todos los involucrados en el proceso de enseñanza-aprendizaje que lo llaman. Sin embargo, acaban dejando a los alumnos inermes ante la vida misma, cuando empiezan a caernos suspensos desde todas las esquinas. Entre otras cosas, deberíamos enseñarles a suspender con dignidad y espíritu de autocrítica y superación.
Ojalá ningún alumno mío se aterrorice al leer este artículo. Al revés, que se regocije. En cualquier caso, aprenderá algo importante: o mi asignatura o, aun más práctico, a suspender. Qué suerte.
Enrique García-Máiquez, “Diario de Sevilla”, (26-11-2008)
 
Enrique García-Máiquez
(Murcia, 1969)
Poeta, columnista y ensayista 
COMENTARIO

Estamos ante un texto de tipo periodístico publicado en un medio de ámbito regional. Pertenece al subgénero del artículo de opinión porque en él vierte sus disquisiciones y conjeturas el autor, García-Máiquez. La tipología textual es de carácter expositivo porque presenta un tema, el hecho de suspender o fracasar y la dificultad o imposibilidad de su evaluación. Además tiene carácter argumentativo porque defiende con razonamientos la necesidad de aprender a tolerar nuestros fracasos.
Los elementos del circuito comunicativo resultan obvios: Enrique García-Máiquez es el emisor; los lectores del diario, los receptores (aunque en nuestro caso concreto sean los alumnos que van a comentarlo), el mensaje es el contenido del texto; el canal sería la pantalla o el papel a través del cual es leído; el código es el español estándar con un nivel o registro lingüístico formal y elaborado; y el contexto situacional, o referente extralingüístico, consistiría en el inicio de un nuevo curso escolar, pues hace referencia a los exámenes del primer trimestre.
Las funciones del lenguaje que se aprecian son cuatro: la conativa o apelativa por la intención de convencer a los receptores de la tesis defendida; la referencial o representativa  por la carga conceptual en las citas de autoridad ofrecidas; la expresiva o emotiva por la subjetividad de la opinión personal expuesta y, por último, la poética o estética por el recurso estilístico de la ironía.
El tema es la omnipresencia de los suspensos o fracasos a lo largo de nuestra vida. La tesis propuesta es la necesidad de crear una asignatura que nos enseñe a suspender o fracasar sin que nuestra autoestima sucumba.
La estructura del texto es de tipo clásico o lineal. El planteamiento abarca los dos primeros párrafos; el desarrollo, los tres siguientes; mientras que la conclusión o desenlace figura en el párrafo final.
En síntesis el texto nos viene a decir que hoy se imparten todo tipo de materias pero sigue faltando una primordial: aprender a sobrevivir después de fracasar una vez tras otra, porque no sólo de suspensos está empedrado el camino académico, sino también el de todas las demás facetas de la vida como la sentimental o la profesional.
Este tema cobra una importancia inusitada a la que tantos libros de autoayuda tratan de parchear. Se trata del problema de la autoestima malherida, de la brusca colisión de los deseos y las proyecciones contra la dura y triste realidad. En efecto, demasiada gente vive feliz y alienada bajo el manto protector familiar. Me refiero a los jóvenes abducidos por las ilusiones del mundo virtual de las películas y los videojuegos. Esta franja de la población está mal o nulamente preparada para afrontar la vida exterior, la feroz lucha que acarrea la competitividad. Además, especialmente entre los jóvenes, es muy difícil aceptar que no se tienen las cualidades necesarias para una determinada actividad, con lo cual el batacazo será mayor y dolerá más. Imaginemos a un alfeñique que quisiera ser un puntal en la modalidad deportiva de la lucha canaria: no reconocer sus limitaciones de partida le conducirán al fracaso total. Si bien éste es un ejemplo radical para entendernos, existen muchos otros más o menos aproximados que nos conciernen a todos. En vista de esta situación, y dado que nadie nace sabiendo datos que te aportará la experiencia propia, podrá ser interesante la inclusión de esta materia en una asignatura como “Ética”, aunque claro, no podría constituirse en un curriculum entero por sí mismo esta idea sola. Debemos tener en cuenta, como se nos dice en la Biblia, que son muchos los llamados y pocos los escogidos, es decir, que en toda actividad o rama del saber humano hay una amplia base de millones de aspirantes a la excelencia y una reducida élite de muy pocos individuos en la cima. Teniendo en cuenta que el éxito de una persona está en relación con el mayor número posible de fracasados, queda claro que ayer, hoy y siempre, será necesario que nos mentalicemos para convivir con el fracaso.
Los argumentos expuestos son de generalización (“Las pedagogías modernas descuidan…”), de experiencia personal (“Mi propia experiencia demuestra que…”), de ejemplificación (“Lo explicará mejor Baltanás”), de autoridad (citas de Borges, Cernuda, Unamuno, San Juan de la Cruz) y, por último, de contraposición de ideas o contradicción (“Sin embargo, acaban dejando a los alumnos inermes…”).
En el nivel léxico observamos correferentes (alumnos, profesores = todos los involucrados), antonimia (aprobar/suspender, aterrorice/regocije). La red léxica se teje alrededor de palabras relacionadas con el ámbito educativo. Cabría resaltar el campo semántico de la enseñanza (profesor, maestro, alumnos, asignatura, trimestre, aprendizaje, evaluación, universidades, examen), la familia léxica de suspender (suspenso, suspensos), las reiteraciones de palabras (suspender, suspenso, alumnos, examen) y las derivaciones (suspenso, suspender, suspense; examen, examinarán; aprender, aprendizaje). En el nivel morfosintáctico destaca la escasez de adjetivos explicativos o epítetos (“luminoso elogio”), el predominio de nominalizaciones (aprendizaje) y sustantivos abstractos (juicio, inminencia, inteligencia, dignidad), el empleo de la primera persona del singular (quería proponer) en medio del uso de la tercera persona con que se articula el texto, y el recurso a la primera persona del plural inclusivo (deberíamos enseñarles, nuestros proyectos, queremos preparar).
En el plano textual vemos que es un texto perfectamente cohesionado por procedimientos tanto gramaticales como léxicos. El autor se hace presente de forma constante gracias a la deixis personal recurriendo al uso del pronombre personal en primera persona del singular (“ellos se esperan lo peor y yo…”) y al plural inclusivo (“nos proponen…”). Echa mano también de los verbos en primera persona del singular (“quería proponer”) y de la impersonalidad (“uno a veces abriga la sospecha”) mediante el pronombre indefinido que convierte al autor en cualquiera de los receptores. Para reafirmar lo dicho observamos determinantes posesivos de un solo poseedor (“mi propia experiencia…”, “mi asignatura”) o varios (“muchos de nuestros proyectos”). Por medio de la deixis social establece diferencias entre el yo (profesor-autor) y el ellos (sus alumnos). La deixis temporal nos remite a un momento actual próximo a la primera evaluación del curso en vigor, con algunas analepsis  al pasado reciente (prometía hacer poco) y prolepsis al futuro (para la próxima reforma educativa) junto al empleo de un futuro con valor de probabilidad (“estará al caer”).
Detectamos en el texto procedimientos de referencia textual, fundamentalmente por medio de pronombres anafóricos (personales: ellos [los alumnos] se esperan lo peor, y demostrativos (eso [cita de Cernuda] no afecta, por eso [juicio en suspenso] el suspenso no debería). También es detectable la elipsis nominal por ausencia de sujeto (resulta [este aspecto] clave, que se regocije [el alumno], aprenderá [el alumno] algo importante).
Se manejan diversos marcadores del discurso: conectores de oposición o contraste (al revés, sin embargo), temporales (mientras, por ahora), de ejemplificación (según, reza el refranero), de refuerzo o verificación (de todas maneras), de concesividad (aunque), de concreción (entre otras cosas) y de recapitulación (en cualquier caso).
En cuanto a la adecuación, el texto responde a la variedad diatópica del español estándar sin dialectalismos ni interferencias con otros idiomas. El registro lingüístico es elaborado y formal.
Mi opinión personal es que se trata de una argumentación ocurrente y sensata la expuesta por García-Máiquez. Por esas mismas cualidades logra cautivarnos. En efecto, la vida está llena de castillos en el aire que se vienen abajo y debemos aprender a levantarlos de nuevo o, por el contrario, sobrevivir a la intemperie y a ras del suelo. Si por cada persona que triunfa hay millones que fracasan, o todavía más, si la vida de alguien con éxito está trufada de múltiples descalabros anteriores, está claro que no es una idea descabellada enseñarnos a digerir nuestras derrotas. Especialmente esto es así en una franja de edad, la de la juventud, que por su irrealismo (e incluso delirios de grandeza), tan proclive es a hundirse en el maniqueísmo del todo o nada. Enseñar a sobrellevar los fracasos impediría muchas depresiones o trataría al menos de aliviarlas. España es un país habitualmente líder europeo en tasas de abandono escolar al acabar la educación obligatoria. Numerosas estadísticas nos vienen informando de elevados porcentajes de fracaso escolar desde hace años. Frente a este panorama, deberíamos intentar expandir el espíritu de superación ante las adversidades. Saber que es más fuerte quien se levanta tras caer que quien nunca ha sufrido una caída. Y sobre todo, que caernos fortalece el espíritu mucho más que no haber probado nunca el amargo sabor de la frustración.
Para concluir, me gustaría hacer alusión al negro futuro laboral que aguarda a los jóvenes actuales. Va a ser tan despiadado y competitivo que quien no esté preparado para sufrir y saber sobrellevar el desencanto podrá sentirse marginado y a las puertas del suicidio. Para luchar contra esta situación desesperada hay que entrenarse a fondo recordando siempre que la vida es la escuela del dolor. Y sólo quien lo padece, quien convive con él, sacrificándose a diario, está en posesión de la fortaleza anímica necesaria. Así pues, menos frivolidades, superficialidades y placeres vacuos, y más esfuerzo, responsabilidad, conciencia  de la realidad y autodominio.
 
La vida escolar y laboral no es un lecho alfombrado con pétalos de rosa

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