jueves, 23 de junio de 2011

La poeta que nunca cansa ni decepciona

Wislawa Szymborska
(Kórnik, Polonia, 1923)

UNA DEL MONTÓN

Soy la que soy.
Casualidad inconcebible
como todas las casualidades.
Otros antepasados
podrían haber sido los míos
y yo habría abandonado
otro nido o me habría arrastrado
cubierta de escamas
debajo de algún árbol.


Salamandra

En el vestuario de la naturaleza
hay muchos trajes.
Traje de araña, de gaviota, de ratón de monte.
Cada uno, como hecho a la medida,
se lleva dócilmente
hasta que se hace tiras.
Yo tampoco he elegido,
pero no me quejo.
Pude haber sido alguien
mucho menos individuo.



Parte de un banco de peces,
de un hormiguero, de un enjambre,
partícula del paisaje sacudida por el viento.
Alguien mucho menos feliz,
criado para un abrigo de pieles
o para una mesa navideña,
algo que se mueve bajo el cristal
de un microscopio.



Árbol clavado en la tierra
al que se aproxima un incendio.
Hierba arrollada por el correr
de incomprensibles sucesos.
Un tipo de mala estrella
que para otros brilla.
¿Y si despertara miedo en la gente
o sólo asco
o sólo compasión?
¿Y si hubiera nacido,
no en la hierba debida
y se cerraran ante mí los caminos?



El destino, hasta ahora,
ha sido benévolo conmigo.
Pudo no haberme sido dado
recordar buenos momentos.
Se me pudo haber privado
de la tendencia a comparar.
Pude haber sido yo misma,
pero sin que me sorprendiera,
lo que habría significado
ser alguien completamente diferente.



PRIMER AMOR

Dicen que el primero
es el más importante.
Eso es muy romántico,
pero no en mi caso.
Algo entre nosotros hubo y no hubo,
sucedió y tuvo su efecto.
No me tiemblan las manos
cuando encuentro pequeños recuerdos
y un fajo de cartas atadas con una cuerda
(si al menos fuera una cinta).



Nuestro único encuentro tras los años
fue una conversación de dos sillas
junto a una fría mesita.
Otros amores
hasta ahora respiran profundamente en mí.
A éste le falta aliento para suspirar.
Y sin embargo, justo así, como es,
puede algo que los otros no pueden todavía:
no recordado,
ni siquiera soñado,
me acostumbra a la muerte.



CONTRIBUCIÓN A LA ESTADÍSTICA

De cada cien personas,
las que todo lo saben mejor:
cincuenta y dos;
las inseguras de cada paso:
casi todo el resto;
las prontas a ayudar,
(siempre que no dure mucho):
hasta cuarenta y nueve;
las buenas siempre,
porque no pueden de otra forma:
cuatro, o quizá cinco;
las dispuestas a admirar sin envidia:
dieciocho;



las que viven continuamente angustiadas
por algo o por alguien:
setenta y siete;
las capaces de ser felices:
como mucho, veintitantas;
las inofensivas de una en una,
pero salvajes en grupo:
más de la mitad, seguro;
las crueles
cuando las circunstancias obligan:
eso mejor no saberlo,
ni siquiera aproximadamente.



Las sabias a posteriori:
no muchas más
que las sabias a priori;
las que de la vida no quieren
nada más que cosas: cuarenta,
aunque quisiera equivocarme;
las encorvadas, doloridas,
y sin linterna en lo oscuro:
ochenta y tres,
tarde o temprano;
las dignas de compasión:
noventa y nueve;
las mortales:
cien de cien.
Cifra que por ahora
no sufre ningún cambio.

[Poemas tomados del libro de Szymborska, Wislawa: Instante, Tarragona, Igitur, 2011, 4ª edición, (traducción de Gerardo Beltrán y Abel A. Murcia Soriano), (prólogo de Mercedes Monmany), pp. 85] 


Una joven Wislawa posando como escritora

1 comentario: