domingo, 15 de marzo de 2015

En torno a la literatura del Renacimiento

Iglesia de Santa María Novella
(Florencia, 1480)
 
LA LITERATURA RENACENTISTA
 
El Renacimiento surgió en Italia durante el siglo XIV (aunque con antecedentes en el XIII) y supuso una transformación cultural e ideológica y religiosa de primer orden. Se produjo una revitalización del mundo grecolatino y un desplazamiento desde el teocentrismo hasta el antropomorfismo (el hombre como medida de todas las cosas). El poeta Petrarca es la figura más influyente de este periodo. En España brilla un seguidor suyo, Garcilaso de la Vega. En prosa descuella un narrador hipnotizante: Giovanni Bocaccio.
España vivió el Renacimiento tardíamente en el siglo XVI, pero lo hizo como potencia mundial bajo el reinado de Carlos I. En Europa se está desarrollando la convulsión reformista del protestantismo de Lutero, quien en 1517 expuso sus 95 famosas tesis. España seguirá la corriente del Concilio de Trento (1545) contraria a las ideas revolucionarias luteranas.
Erasmo de Rotterdam fue el referente espiritual del humanismo y su libro titulado Elogio de la locura es una sátira contra la estupidez del ser humano. El modelo del hombre renacentista quedó fijado en una obra de Baltasar de Castiglione titulada El cortesano. De Italia llegan a España metros como el endecasílabo, formas estróficas como el soneto, el terceto, la lira o la octava real; y licencias poéticas como el encabalgamiento. El tema principal renacentista es el amor, el sufrimiento por la ausencia de la amada, su muerte o la falta de correspondencia. Los principales modelos son Horacio y Virgilio. Otros temas secundarios son la naturaleza, la belleza femenina, la mitología y el carpe diem.
En síntesis, la literatura renacentista afectó a la cultura occidental europea entre los siglos XV y XVI y se caracterizó, sobre todo, por la recuperación humanista de la literatura clásica grecolatina, difundiéndose con gran impulso gracias a la invención de la imprenta por Johannes Gutenberg en torno a 1440. La filosofía recuperó las ideas platónicas y las puso al servicio del cristianismo. La búsqueda del placer sensorial y el espíritu crítico y racionalista completaron el ideario de la época. En cuanto a los aspectos formales, se recuperó la preceptiva clásica de la Poética de Aristóteles basada en el principio artístico de la imitación. Cabe destacar el nacimiento de un nuevo género, el ensayo, de la mano de Michel de Montaigne (Burdeos, 1533 – 1592). En Italia, Pietro Bembo se erigió con su erudición, canciones y sonetos petrarquistas en el arbiter elegantiae de la literatura italiana del siglo XVI, centro de irradiación del movimiento renacentista.
 
 
Monasterio de San Lorenzo de El Escorial
(Madrid, 1584)

EL RENACIMIENTO LITERARIO ESPAÑOL
 
En España las influencias italianas se dejaron sentir en el siglo XV, especialmente en la corte napolitana de Alfonso V de Aragón con el magisterio de Lucio Marineo Sículo, Antonio Beccadelli y Lorenzo Valla. En el segundo cuarto del siglo XVI Garcilaso de la Vega y Juan Boscán comenzaron, por sugerencia de Andrea Navagero, a adoptar los metros y maneras de la poesía italiana. Inmediatamente comenzó a emerger una pléyade de poetas (Gutierre de Cetina, Diego Hurtado de Mendoza (posible autor del Lazarillo de Tormes en 1554), o Hernando de Acuña) que emularon el camino tomado Garcilaso, el llamado «príncipe de los poetas españoles».
En la segunda mitad del siglo XVI las corrientes poéticas toman tres direcciones divergentes. Una evoluciona hacia el manierismo, con Francisco de Aldana y Fernando de Herrera, que supuso el eslabón entre la poesía armoniosa de Garcilaso de la Vega y la barroquizante de Luis de Góngora. La segunda mira hacia un espiritualismo cristiano en la línea ascética de Fray Luis de León y las vías místicas exploradas por San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. Esta orientación religiosa está causada por la Contrarreforma que tuvo lugar a mediados del siglo XVI. Una tercera corriente vuelve a los metros tradicionales castellanos y al vivaz octosílabo del tradicional Romancero, revitalizándolo en el llamado Romancero nuevo (Cervantes, Lope de Vega, Góngora, etc.), y por otra parte a la lírica cancioneril en octosílabos del prerrenacimiento a través de las ediciones de Cancioneros como el Cancionero general de Hernando del Castillo en 1511. Por lo que respecta a la poesía narrativa, se alcanza un culmen con el poema de épica culta de Alonso de Ercilla titulado La Araucana, epopeya que narra la conquista de Chile por los españoles.
En el terreno del humanismo destacaron dos corrientes: una culta y selecta en latín, protagonizada por figuras como Luis Vives, Juan Ginés de Sepúlveda, Hernán Núñez de Toledo, Benito Arias Montano, Francisco Sánchez de las Brozas o Juan de Mariana; y otra divulgadora de la cultura clásica en castellano protagonizada por el incipiente manierista fray Antonio de Guevara y sus exitosas Epístolas familiares (1539), además de autores imbuidos de erasmismo como los hermanos Juan de Valdés (Diálogo de la Lengua) y Alfonso de Valdés (Diálogo de Mercurio y Carón) o Pero Mexía (Silva de varia lección) y Luis Zapata (Miscelánea). Muy importantes fueron las contribuciones de los cronistas de Indias como, por ejemplo, Hernán Cortés y sus Cartas de relación; fray Bartolomé de las Casas y su Historia de las Indias (1517); Bernal Díaz del Castillo con su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1575); Álvaro Núñez Cabeza de Vaca, o los cronistas de la conquista del Perú Francisco de Jerez, Gonzalo Fernández de Oviedo, Pedro Cieza de León o el Inca Garcilaso de la Vega.
El Lazarillo de Tormes inició el género de la novela picaresca consolidado en una obra de transición, el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, cuya primera parte vio la luz en 1599. Don Quijote de la Mancha , de Miguel de Cervantes, ha sido considerada la primera novela moderna. Publicada en dos partes (1605 y 1615) como una parodia de los libros de caballerías, su alcance fue mucho mayor, pues supuso el resumen y el fin de los géneros renacentistas y el comienzo de una visión del mundo más compleja y conflictiva.
El teatro español empezó en el Renacimiento con una obra maestra, La Celestina, de Fernando de Rojas (1499), un fuerte aldabonazo en favor del realismo que fue continuado por otras obras de género celestinesco como La lozana andaluza (1528) de Francisco Delicado, o la Segunda Celestina (1534) de Feliciano de Silva. Prosiguió con las figuras señeras del también músico Juan del Encina (Églogas), Gil Vicente (Tragicomedia de Don Duardos), Bartolomé Torres Naharro (Propalladia, comedias romanas publicadas en 1517 y 1520). En la segunda mitad del siglo XVI aparece Lope de Rueda con sus cómicos Pasos (1567) que preludian el entremés, Jerónimo Bermúdez con sus “Nises”, tragedias clasicistas sobre el famoso mito de Inés de Castro, o el propio Miguel de Cervantes con la igualmente clasicista Numancia (1585) y sus comedias de cautivos. Por último, irrumpe la revolucionaria fórmula escénica del fénix de los ingenios Lope de Vega (1562-1635), el más prolífico autor del teatro mundial, al que siguieron como discípulos después Guillén de Castro (1569–1631) o Juan de la Cueva (1543-1612).
Otras producciones destacables en prosa fueron las idealizadas ficciones de los libros de caballerías: el Amadís de Gaula (1508) de Garci Rodríguez de Montalvo, el Palmerín de Inglaterra (1547) del portugués francisco de Moraes y el Tirante el Blanco de Joanot Martorell (1511 en su traducción castellana); la novela pastoril (Los siete libros de la Diana (1559) de Jorge de Montemayor; la novela morisca anónima Historia del Abencerraje y la hermosa Jarifa (1565) y la novela sentimental Cárcel de amor (1492) de Diego de San Pedro o el Proceso de cartas de amores (1548) de Juan de Segura.
 
 
Palacio de Fontainebleau
(Siglos XII - XVI)

EL RENACIMIENTO EN EUROPA
 
En Francia, la influencia italiana se dejó sentir muy pronto, favorecida por la cercanía geográfica, los vínculos comerciales y la monarquía, que ambicionaba anexionar los territorios limítrofes de la península italiana, consiguiéndolo en algunos momentos. El impulso definitivo a la adopción de las formas renacentistas se dio bajo el reinado (1515-1547) de Francisco I. Este monarca, gran mecenas de las artes y aficionado a todo lo que procediera de Italia, protegió a importantes maestros, solicitando sus servicios para la Corte francesa (entre ellos el mismo Leonardo da Vinci, que murió en el Castillo de Cloux), a la vez que emprendió un ambicioso programa de revitalización cultural que revolucionó el desarrollo de las artes en el país.  Francia tuvo su gran poeta renacentista en Pierre Ronsard, que encabezó el grupo literario de la Pléyade formado por siete vates. En prosa novelesca destacó François Rabelais con la sátira de Gargantúa y Pantagruel, obra donde se plantea un mundo al revés lleno de humor y fantasía, teniendo como fin último la crítica de las costumbres francesas. En la prosa didáctica aparece como gran figura Michel de Montaigne, el creador del ensayo con su obra Ensayos (Essais, 1580), que inauguran un género que combina la reflexión personal con la opinión subjetiva y que se dirige a un lector cercano y curioso, interesado por el mundo contemporáneo.
En Inglaterra el Renacimiento llega tardíamente. Ocurre en la segunda mitad del siglo XVI durante el periodo isabelino (llamado así por tener lugar bajo la monarquía de Isabel I de Inglaterra). El teatro es el campo más destacado con el genial William Shakespeare como dramaturgo más relevante, aunque hubo muchos más, por ejemplo: Christopher Marlowe o Ben Jonson. Shakespeare partió del teatro popular y de la cultura grecolatina para crear nuevas comedias. Una de sus fuentes fue Plutarco. La lírica renacentista británica tiene su arranque en Thomas Wyatt, quien adaptó el soneto italiano a la métrica del inglés. Le siguieron Henry Howard, Philip Sidney y Edmund Spenser, además del propio Shakespeare, que también escribió notables sonetos. La épica está representada por La reina de las hadas de Edmund Spenser (1597), quien siguió el modelo del Orlando furioso de Ludovico Ariosto construyendo un poema narrativo colmado de peripecias. La prosa humanística, por su parte, tiene su representante más eximio en Tomás Moro, creador de Utopía, donde se esboza una sociedad ideal.
En Holanda el siglo XVI está dominado por la figura de Erasmo de Rotterdam y el humanismo latino. Aunque el humanismo optó preferentemente por expresarse en latín, ya en el Renacimiento empieza a fraguarse una lengua literaria común a los diversos Países Bajos a partir de las primeras traducciones por parte de los protestantes de la Biblia: se trata de un neerlandés más homogéneo y menos dialectal que hasta entonces. Los protestantes promueven varias traducciones al holandés del Psalterio, en lo que destaca Jan Utenhove, quien fue además el primero en traducir al holandés el Nuevo Testamento. El Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam, una sátira contra los abusos sociales y eclesiásticos, ha sido la obra del humanismo holandés más traducida a todas las lenguas. Erasmo atacó las creencias más superficiales y el excesivo poder y corrupción moral de la iglesia católica romana en sus Colloquia, diálogos compuestos a la manera de helenístico Luciano de Samosata. Joris van Lanckvelt, más conocido como Georgius Macropedius, (1487-1558), escribió la comedia Andrisca sobre dos mujeres adúlteras y el drama Hecastus (1539), muy reimpreso y traducido. Además, escribió varios libros de texto que fueron muy usados, entre ellos un arte para escribir cartas (Epistolica). Como profesor tuvo una amplia serie de discípulos, entre ellos, el geógrafo Gerardus Mercator. 
 
Desiderius Erasmus Rotterodamus
(Rotterdam, 1466 - Basilea, 1536)
(Geert Geertsen en neerlandés y Erasmo de Róterdam en español)
(1523)
Hans Holbein "el Joven"
(Augsburgo, 1498 - Londres, 1543)
(Galería Nacional de Londres)
 
Alemania aportó al Renacimiento la tecnología que lo difundió rápidamente: la imprenta, inventada por Johannes Gutenberg entre 1440 y 1450. Este invento, junto con el del papel, abarató y multiplicó el número de los libros causando en toda Europa una mayor generalización de la lectura, propiciando el nacimiento del sentido crítico que dio lugar a la Reforma protestante. Una vertiente más popular tuvo el Humanismo de Ulrich von Hutten (1488–1523), con sus poemas rebeldes, o el de Sebastian Brant (1458–1521), que escribió con gran éxito su satírica Narrenschiff o La nave de los locos. Ilustrada por Alberto Durero, esta obra fue en ese momento la obra en alemán más popular e impresa. El movimiento de más éxito fue la Reforma Protestante introducida por Martín Lutero (1483–1546). Lutero escribió sus ideas en alemán y tradujo la Biblia al lenguaje que el pueblo podía entender. La Biblia luterana, traducida entre los años 1522 y 1534, fue un hecho trascendental en la creación del lenguaje literario alemán unificado que aceleró el desarrollo del alemán moderno. Por otra parte, merecen mención también los maestros cantores, el Schwank y los Fastnachtsspiel, representaciones de género burlesco, sobre todo en la forma de sus representantes más destacados Hans Sachs (1494–1576) y Jörg Wickram (hacia 1505 – antes de 1562). Otro autor notable del siglo XVI fue el feroz satírico Johann Fischart (1546–1590), originario de Estrasburgo. Un género extendido en la época fue el Volksbuch, un tipo de folleto que se editaba de forma anónima y trataba temas populares. Ejemplos son la Historia de D. Johann Fausten, versión renacentista del mito de Fausto, y los relatos en torno al pícaro Till Eulenspiegel.
En Portugal el Siglo de Oro comienza en el siglo XVI. Quien introduce los modelos poéticos italianizantes es Francisco Saa de Miranda en la primera mitad del siglo. Este poeta fue admirador y amigo de Garcilaso de la Vega, hasta el punto de que en una de sus églogas el pastor Nemoroso llora la muerte del bardo toledano. Escribió, al igual que Garcilaso,  sonetos, canciones petrarquistas, églogas y otros subgéneros líricos de inspiración italiana. Sin embargo, el poeta nacional portugués por excelencia es Luis Vaz de Camoens, quien escribió poesía lírica y épica, tanto en portugués como en español, destacando por la perfección de sus sonetos. Su obra cumbre es la epopeya Os Lusíadas (Los lusitanos), que se convirtió en la epopeya nacional. En ella relata las aventuras de marinos portugueses, sobre todo la expedición de Vasco de Gama a la India, con profusión de peripecias, riesgos, naufragios y batallas. En esta extensa narración épica se incluyen leyendas tradicionales portuguesas, como la historia de Inés de Castro o el paso por el sudafricano “Cabo de Buena Esperanza” (o “Cabo de las Tormentas”, como lo llamó el navegante Bartolomé Díaz).
En Hungría el trono se hallaba ocupado desde 1458 por el rey Matías Corvino (1443–1490), quien conoció y admiró los patrones italianos renacentistas y los extendió por su reino. El rey había sido educado junto a su hermano en una profunda atmósfera humanista bajo la conducción del obispo Juan Vitéz. Ante la petición del rey Matías, el papa Paulo II fundó la Universitas Istropolitana en 1465, con sede en la ciudad húngara de Pressburg (hoy Bratislava). Esta universidad sirvió como lugar de encuentro para estudiosos de toda Europa Central. El matrimonio de Matías Corvino con Beatriz de Nápoles en 1476 reforzó la llegada de este movimiento cultural. El rey Matías fundó la "Bibliotheca Corviniana", que se convirtió en uno de los mayores centros del saber en Europa, con una extraordinaria colección de libros. El rey también creó la primera imprenta húngara en 1472 y llenó la corte de astrólogos, artistas y escritores italianos. Floreció la literatura en el reino húngaro y pronto surgieron conocidas figuras como Juan Megyericsei y Janus Pannonius, e igualmente juristas como Esteban Werbőczy (autor del Tripartitum, obra que engloba leyes y reglamentos del reino húngaro en aquella época), quienes generaron un enorme impulso humanista en el reino. 
 
Panorámica de la Basílica de San Pedro sobre el río Tíber en Roma
(1506 - 1626)
Obra cumbre del Renacimiento italiano, fruto de los arquitectos Donato Bramante, Michelangelo Buonarroti, Rafael Sanzio, Antonio de Sangallo "el Joven", Carlo Maderno y el polifacético Gian Lorenzo Bernini

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