LOS “PROFES” VUELVEN AL “COLE”
Hay un chiste no por muy sabido menos oportuno
en estos primeros de septiembre cuando alumnos y “profes” emprenden la vuelta
al “cole”. Son las siete de la mañana y la mamá descorre con suavidad las
cortinas de la habitación del hijo. "¡Levántate, anda, ya es la hora de ir
a la escuela, tienes preparado el desayuno en la mesa, venga!" El vástago,
remolón, le responde: "No pienso ir a clase, ni hoy, ni nunca".
"¿Y eso?", pregunta la madre mientras tira dulcemente del edredón.
"Por tres razones, mamá. Porque tengo mucho sueño; porque todos en el “insti”
se ríen de mí; y porque es muy estresante". La mujer medita unos segundos
y dictamina: "Pues, querido hijo mío, te voy yo a dar tres razones por las
que debes salir ahora mismo de esa cama. Primera, porque es tu obligación;
segunda, porque tienes cincuenta años; y tercera, porque eres el director del
instituto".
En efecto, la vuelta al cole parece que solo
angustia a los chavales. Ya veo en la tele, como cada año, los reportajes de
niños llorando a moco tendido a las puertas de los centros. Ya veo los anuncios
de uniformes, chándales y mochilas donde tiernos infantes componen cara de
infinita tristeza y arraigado aburrimiento. Ya leo a los psicólogos de cabecera
dar sabios y conductuales consejos para que los estudiantes afronten
asertivamente el horrible trauma que, al parecer, supone volver al aula. Sin
embargo, no aparece por parte alguna la otra parte, la parte profesoral.
El sistema actual mima a los niños (convirtiéndolos muchas veces en monstruos consentidos) y arrincona a los viejos, porque de los primeros será el futuro reino del consumo y la explotación laboral, mientras que los ancianos compran poco, sólo interesan a farmacias, asilos, hospitales o funerarias, y ya no se les pueden vender hipotecas
Me
apresuro a decir que ya lo sé, que los "profes" cobran por enseñar, que es su
trabajo y que es uno de los más hermosos, que bastante suerte tienen con poder
currar en los tiempos que corren, que gozan de muchas vacaciones, que la
enseñanza es vocacional, que no sé cuántas cosas más, insisto, que llevo oyendo
toda la vida, sean verdad o sean mentiras a medias algunas. Pero sin embargo,
también, no parece que haya calado en muchas familias el deber de enseñar a sus
hijos que la sociedad paga potentes impuestos para que ellos se formen, que es
su trabajo y contribución al cuerpo social el aprender, que bastante suerte
tienen con vivir en un occidente escolarizado, que gozan de muchas vacaciones y
el aprendizaje es útil y gozoso.
Estoy seguro de que ahora mismo muchos
profesores de Primaria o Secundaria (la Universidad es otra historia, nada que
ver), no querrán levantarse de la cama, como le ocurre al del chiste. Porque:
¿les pagan realmente por enseñar? ¿Tienen tiempo para desarrollar su asignatura
en condiciones óptimas o buenas, o siquiera pasables? ¿No cobran, más bien, por
pacificar adolescentes que vienen muchas veces embrutecidos de casa? ¿Por hacer
equilibrios de puro funambulismo para que el alumno interesado adelante y los
bandarras crecientes no entorpezcan demasiado unas clases que les importan un
pito y que entienden como prolongación de sus botellones y sus whatsapps de última generación?
No hacen falta informes PISA para darse cuenta de que el sistema educativo es un desastre, basta pasearse por las librerías y comprobar los pocos jóvenes que por iniciativa propia o viva curiosidad acuden a ellas
La
administración que tanto miente al decir que vela por los intereses del
profesorado, ¿les ha reconocido ya por ley la autoridad pública que son o deben
ganársela a pulso (como sostienen los optimistas utópicos y nostálgicos que no
tienen ni pajolera idea de lo que ocurre hoy, en 2013, en cientos de escuelas)
ante un chaval que los manda a la mierda y les menta a la madre que los parió y
les amenaza, sabedora la criatura de que sus papis le van a respaldar y de que
el castigo (una semana de expulsión del “cole”) resulta más bien un descanso
del que volverán crecidos para armarla de nuevo? ¿Ya no va a haber más
demenciales recortes? ¿Se eliminará la precariedad de los interinos?
¿Disminuirá este curso la carga de papeleo estúpido, repetitivo y “cometiempo”
que impide al profesor enseñar? ¿Ha crecido este verano la consideración social
del docente como instructor cualificado, educador y transmisor de valores, es
decir, como pilar indispensable de una sociedad civilizada? No. Por lo tanto,
póngame también en los anuncios de la vuelta al cole a un “profe”. Póngame su
cara de enorme frustración. Mucha suerte, colegas.
(Artículo de opinión escrito por Francisco García Pérez
y publicado por "La Provincia" el jueves 5 de septiembre de 2013)
Francisco García Pérez
(Oviedo, 1953)
Filólogo, escritor, periodista y catedrático jubilado
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