martes, 30 de diciembre de 2025

Otro admirable poeta al que mató la tisis


Lisímaco Chavarría Palma
(San Ramón, Costa Rica, 1873 - 1913)
Escritor de influjos modernistas

POEMA DEL AGUA

Te doy, ioh, caminante!, cuando la sed abruma,
—el agua dijo alegre— frescura a tu garganta,
refresco a las aves la seda de su pluma
y en las riberas mías yo bordo con mi espuma
tejidos de colores cuando mi lira canta.

Soy grito y soy arrullo, quietud y movimiento,
arrumbo a las llanuras para buscar descanso,
retozo entre las quiebras y canto con el viento,
reflejo en mis cristales el vasto firmamento
y acorto mi carrera tomándome remanso.

Yo soy el alma errante que alegra la llanura,
yo tengo regocijos, también alzo querellas;
con saltos de gimnasta desciendo de la altura
bañando el musgo verde que alfombra la espesura
y tiembla en mis entrañas la luz de las estrellas.

Derramo en las campiñas de perlas un derroche
y en medio del silencio soy arpa vibradora;
ensayo mis orquestas de liras en la noche
y se abren mis espumas como luciente broche
que esmalta los matices cambiantes de la aurora.

Y dijo el caminante cargado de fatiga:
—Mi buena compañera que cantas en la gruta,
tú esmaltas con aljófar el oro de la espiga,
tú fuiste en mis pesares mi placentera amiga,
tú fuiste un regocijo vibrando por mi ruta.

Como cristal precioso para el camello nubio,
resurges en los oasis, allá entre las cisternas,
te rizas bajo sirio como penacho rubio,
tus ánforas se abrieron a la hora del diluvio
y pulsas en los mares tus cítaras eternas.—

—Cansado peregrino de faz rugosa y grave,
pondré de mis frescuras entre tu copa amarga;
en cada nota fuerte y en cada nota suave,
imito la tormenta o la canción del ave;
escúchame y extingue la pena que te embarga.

Conmigo se nutrieron los viejos trogloditas
y vi la marcha luenga de cien generaciones;
en una roca estéril brindé a los israelitas
mi líquido diamante y vi las infinitas
carreras luminosas de mil constelaciones.

"Júpiter y Leda"
Nicolas Bertin
(París, 1667 - 1736)
(Museo de Bellas Artes de Carcassonne)

Yo vi con las pupilas azules de mis lagos
dos pueblos consumidos por torpes liviandades;
las grandes hecatombes de Romas y Cartagos;
yo sé de las grandezas caídas en estragos,
y oyó la voz de Cristo mi limpio Tiberiades.

No llores, peregrino; la ruta de la vida,
si así lo quiere el hombre, es larga y dolorosa,
en cada desengaño recibe ingente herida
y en tanto que Natura al goce lo convida,
le ofrece diez espinas debajo de una rosa.

Pero esa madre huraña te brinda su regazo,
te cura de las hambres, minora tus reveses;
con ella estás unido por un eterno lazo;
si sufres, te consuela con amoroso abrazo
y pone ante tu vista la ofrenda de sus mieses.

No llores, caminante; yo soy también ofrenda
que brota hecha burbujas del vientre de las rocas;
asciendo hasta tus labios y cruzo por tu senda;
yo mido las jornadas del nómada sin tienda
y apago las sequías de las sedientas bocas.

Por mí sazona el fruto y el campo reverdece
y torno vigoroso el árbol más remiso,
por mí la espiga rubia y el nardo que florece,
encima de mis ondas la lumbre se estremece
y en mí se vio más bello el rostro de Narciso.

Por mí la vuelta al mundo del bravo Magallanes;
Colón hizo su ruta encima de mi espalda
hasta salvar la cima de todos sus afanes.
Corono la cabeza senil de los volcanes
y visto las llanuras con frondas de esmeralda.

Besé con mis espumas el cuerpo de Afrodita
y puse mis halagos sobre su piel de seda,
cincelo entre las rocas la extraña estalactita,
conozco hasta el retiro del grave cenobita
y fui propicia a Júpiter para acercarse a Leda.

Tornada en blanca nieve las cúspides perfilo
y salvo las alturas en alas de la nube;
allá en la ardiente Nubia fundé el sagrado Nilo,
recorro toda Menfis y al piélago desfilo
y el cuarzo de mis hielos hasta los Alpes sube.

Lago Tiberiades cuyo nombre es debido al emperador Tiberio
(También es conocido como Mar de Galilea, lago de Genesaret y lago de Kineret)

Mi génesis se oculta en el pasado incierto,
mi fuerza es poderosa pues nada la restringe.
Yo tengo quien me implore: las voces del desierto.
Yo tengo un gran enigma: las aguas del Mar Muerto.
Yo tengo quien me aclame: la boca de la Esfinge.

Allá, sobre el picacho de la montaña agreste,
en la quietud perpetua de la gigante cumbre,
semejo un nimbo blanco, a veces blanca veste,
que lucen las alturas de ciclada celeste.
En mí se quiebra el rayo de fúlgida vislumbre.

Asalto las honduras y llego a las aldeas
y voy de campo en campo midiendo los confines,
rimando mis canciones, luciendo mis preseas,
a veces me desbordo (tal lo hacen las ideas)
y atrueno los abismos con todos mis clarines.

El Niágara es la trompa que canta mi grandeza
y desde el Sur responde la voz del Tequendama.
Me enturbio y me retuerzo con bárbara fiereza
tornada en Amazonas. Yo soy naturaleza
que en líquido brillante vibrando se derrama.

Bajo el calor del Asia yo vi los elefantes
llevando a los califas sobre sus lomos pardos
y vi las caravanas, con mirras y diamantes,
en marchas fatigosas a tópicos distantes.
Mi Ganges domestica panteras y leopardos.

No hay nada comparable con mi cristal sonoro
si lanzo mis turbiones bajo el fulgor de Osiris.
Mis ondas se levantan para cantar en coro,
entonces las estrellas me dan sus besos de oro
y frente al sol enarco la majestad del lris.

Soy fuerte: yo desraigo los más enhiestos robles.
Soy ritmo: doy al aire mis salmos y repiques.
Soy buena: soy el néctar de parias y de nobles.
Soy brava: en los peñascos asesto mis mandobles
y doblo mis pujanzas para romper los diques.—

Y prosiguió el errante con alma conmovida:
—Yo fui hasta los dominios del Bósforo y el Sena
y al claro San Lorenzo lo vi soltar la brida,
allá dejé la pena profunda de la vida
y a tus cristales vuelvo porque tornó mi pena.

El río Nilo cuya longitud alcanza los 6.853 kilómetros

Escúchame, buena agua: ¡erré por todo el mundo
en busca de bondades, en vano, y no te asombres.
De niño fue mi canto sereno y fue jocundo,
después la humana estirpe me dio pesar profundo
al ver cómo me hería la saña de los hombres.

Limpia agua, tú eres buena y a tu bondad me acojo
me acerco a tus orillas para pedirte calma;
en la presencia tuya de penas me despojo
y si mi labio ardiente con tus frescuras mojo,
penetran las frescuras a refrescarme el alma.—

El agua dijo entonces: —Las ondas me desgarro
al escuchar, viajero, la pena que te abruma.
Yo tengo una tristeza: mi detención, el barro;
para gemir dispongo los líquidos del Darro,
para cantar, el Duero, para reír, mi espuma.

El sol dora las liras que entonan mis cantares,
de seres no nacidos en mí palpita el germen,
agrando en mis espejos los bosques seculares,
arrullan lo infinito las olas de mis mares,
Sodomas y Gomorras en mis entrañas duermen.

Hermana de la tierra, ha tiempo que la ciño,
con ella voy en viaje alrededor del astro;
encima de sus hombros soy clámide de armiño;
a veces sus estepas fecundo con cariño
y en el azul despliego banderas de alabastro.

Como una mano abierta se extiende a mí el Sáhara,
me piden sus simunes la ofrenda de mi lluvia.
Yo nunca di mis besos al árido Karnara
y nunca di las perlas de mi llovizna clara
al viejo desamparo del arenal de Nubia.—

—Viajero —dijo el agua— mi cuerpo cristalino
habrá de acariciarte con amoroso abrazo;
arrójate a mi seno y así tu obscuro sino
tendrá en mis hondonadas un lecho coralino
y dormirás cien lustros tendido en mi regazo.—

El triste caminante oyó la voz extraña,
oyó la voz amiga de aquel ofrecimiento,
nacido en lo más hondo de la movible entraña
del agua fugitiva que hundióse en la montaña,
riendo con su espuma, cantando con el viento.

(Poema escrito por Lisímaco Chavarría)

Parroquia del pueblo de San Ramón de Alajuela
(Costa Rica)

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