La cubierta muestra el Partenón ordenado construir por Pericles en Atenas
FRAGMENTO DEL PRÓLOGO
Siento pasión por la antigüedad y por el raciocinio. De ahí la sobriedad austera de mi dictum. Encontrar quien lo aprecie es tarea imposible. No tengo un hermano gemelo en gustos. He perdido la esperanza de hallar aprobación a lo que escribo. No debo hacerlo para nadie más que para mí mismo. Estoy solo. Los libros escogidos son mis únicos amigos. Ya no espero cautivar. Los sueños de éxito se han desvanecido. Ni tan siquiera me apetece releer lo escrito. Toda mi escritura se decide en el silencio y la quietud de la reposada lectura. Medito. Me estimula el recuerdo de Petrarca desplomándose muerto sobre sus pergaminos. Admiro a Séneca. Trato de emular a Tácito. Plutarco y Borges son mis ídolos. Busco atrapar una vislumbre de claridad en el oscuro laberinto de los sucesos ocurridos. Rebusco en la intrahistoria. Husmeo libros antiguos. Me impulsa la idea estética de la belleza hecha con palabras. Escribir es tratar de acercarse a la verdad indagándola por el camino.
(© Andrés González Déniz, Prosas impropias, Círculo Rojo, 1ª edición, julio, 2021)
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