Pensamientos momentáneos a vuelapluma

 

BREVES ANOTACIONES

Si un escritor es un cerdo como persona, con bastante probabilidad lo que surja de su pluma será literatura porcina.

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Desde que el foco de atención pasó de los profesores a los alumnos en la docencia, y de los expertos a los charlatanes en internet, fue elevada a los altares la ignorancia suprema.

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Comenzar a escribir es como empezar a jugar al ajedrez. Las dimensiones del tablero te parecen abarcables y elegir las mejores entre las múltiples variantes fácilmente deducible. A medida que profundizas en el juego y analizas otras partidas, te vas dando cuenta de que es un infierno en el que puedes arder como una brasa insignificante.

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Los seres humanos, especialmente cuando son jóvenes, proyectan sus ilusiones futuras en el presente como si ya se hubieran realizado. Es frecuente ver a niños futbolistas que creen jugar como Lionel Messi cuando ni tienen su talento ni su capacidad para esforzarse.

 

Lionel Andrés Messi Cuccittini

(Rosario, Argentina, 1987)

El mejor futbolista de todos los tiempos

El cine es un arte muy difícil en cuanto se asemeja a un deporte colectivo. En una película pueden destacar unos actores, quien la dirige, el guionista, el responsable de la fotografía, incluso el compositor de la música. Pero que todo sea igual de bueno a la vez resulta casi imposible. Por eso es casi un milagro que aparezca una obra cumbre y cuando lo hace tiene todo el derecho a convertirse en un clásico.

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En las redes sociales abunda la adulación y no es bien recibida la discrepancia. El diálogo degenera en halagos rastreros al maestro de ceremonias. Esto es una forma de corrupción moral, pero quienes la practican suelen presentarse a sí mismos como paladines de la regeneración ética y forman la quinta columna de los indignados

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Hay quien cree que el éxito es la fama. Y ciertamente, suelen ir acompañados. Pero alguien debería recordar que debe ser muy duro el vacío tras una borrachera de triunfos o una sobreexposición mediática. Nunca olvido el refrán que afirma: “Días de abundancia, vísperas de nada”.

 

 

Stanley Kubrick

(Nueva York, 1928 - Saint Albans, Inglaterra,1999)

Llegó a afirmar que dirigir una película era como intentar

rodar con una cámara en un circuito de coches de choque

¿La labor del escritor es promocionar sus libros o dedicarse a escribirlos? Las editoriales quieren una conjugación de ambas actividades. Y está muy bien, requiere mucho valor, especialmente contra el pánico escénico, dedicarse a dar presentaciones, happenings, conferencias, recitales, charlas y demás farándula. Lo que pasa es que todo eso creo que desvía al autor de su verdadero cometido: escribir. Se trata de puro escaparate. Aplaudo a quien sea capaz de hacerlo, pero lo ideal sería que en el campo de la literatura hubiera departamentos, como en cualquier empresa de grandes dimensiones, que se dedicaran por separado a manufacturar productos, distribuirlos y publicitarlos.

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La hipocresía social no tiene límites. Políticos que dicen anteponer los intereses de España a los de su partido llevan meses sin formar gobierno por intereses partidistas. La gente que por egoísmo y lascivia desea a alguien llama a sus sentimientos amor altruista. Hasta en un documental vi cómo una yegua cuando pare a un potrillo no lo ve como un ser aparte, sino como una parte de sí misma que se desprende. O sea, que incluso el amor por un hijo viene a ser una especie de amor propio.

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El periodista David Lipsky deseaba la gloria que David Foster Wallace había alcanzado. El escritor neoyorquino, a su vez, deseaba mayor éxito, más repercusión, mejor reconocimiento, más premios y número de lectores. Ningún literato está satisfecho con lo que ha logrado. Como motor para seguir escribiendo es un acicate válido, pero como ambición arrogante es una rémora ególatra.

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Hay tres clases de autores: escritores con calidad para escritores, escritores para lectores que se interesan por su obra y escritores ignorantes que escriben para quienes son como ellos mismos.

(Aserciones escritas por Andrés González Déniz) 

 

Vivir sin leer es como ver sin sentir