HASTA QUE TUS DIECIOCHO
AÑOS NOS SEPAREN
El nuevo globo sonda del PSOE,
aumentar la escolarización obligatoria hasta los dieciocho años, ha desatado
alarma e indignación entre los profesores de Secundaria. Según han manifestado
algunos, su aplicación supondría -nada menos- el acta de defunción de la
enseñanza pública. No hay para tanto: el muerto que así matamos goza de buena
salud.
Primero, unas pinceladas de
historia. La LOGSE implantó la ampliación de la escolarización obligatoria
hasta los dieciséis años, una medida que ya suscitó controversia. Tenía, sin
embargo, una sólida justificación: equiparar la edad en que los alumnos pueden
abandonar sus estudios con la de posible ingreso en el mundo laboral. Más que
este aumento, muchos profesores cuestionaron la política de «comprensividad»:
mantener a estudiantes de perfiles muy distintos en un mismo itinerario
educativo. El tiempo les daría la razón: casi de inmediato, disminuyó el nivel
de exigencia académica, se multiplicaron los episodios de violencia y sabotaje
escolar y se cronificó un altísimo índice de fracaso en los estudios. El PSOE,
disimulando su rectificación bajo justificaciones vergonzantes, condescendió a
dos medidas paliativas: por una parte, concedió un espacio creciente a la
diversificación de los itinerarios (los programas de Diversificación, PGS,
PCPI, etc.), caracterizados, más que por su orientación «práctica», por su
jibarizado nivel de exigencia; por otra, fomentó las labores de supervisión y
control del cuerpo de inspectores: las estadísticas de aprobados fueron
sometidas, como nunca, a una fiscalización constante, programada e intensa.
Pese a todo ello, pese a la
multiplicación de los «aprobados de despacho» y la facilitación para obtener el
título de Secundaria (hasta con tres asignaturas suspensas), éste es el legado
de la LOGSE y sus herederas: un 25% de los estudiantes no termina la ESO; un
21% de los jóvenes entre quince y veintinueve años ni estudia ni trabaja; y el
70% de los menores de veinte años está desempleado. El incremento de la edad de
escolarización obligatoria que baraja el PSOE rebajaría estos datos
embarazosos, pero no solucionaría los problemas de gestión política y económica
que revelan. Estos partidos mantienen la irresponsable estrategia de maquillar
los males para los que no tienen (o no quieren tener) remedios.
Sin una reestructuración sensata
del sistema de enseñanza, esta medida supondría un aumento de la degradación
del «clima» en las aulas. Si ya es difícil reconducir en clase a alumnos de
dieciséis años que tienen claro que los estudios (o mejor, estos estudios) no
son su opción, es fácil imaginar qué ocurrirá con alumnos en(j)aulados hasta
los dieciocho. La LOGSE propició un proceso agudo de «guarderización» de los
institutos; esta nueva propuesta ahondaría el sabotaje educativo al que deben
enfrentarse a diario los docentes y —no se olvide— los alumnos comprometidos
con su formación.
Desentendido del principio de
racionalidad, el PSOE se acoge de nuevo al pensamiento mágico: vender que la
ampliación de la escolaridad obligatoria comportaría, mecánicamente, un
enriquecimiento para los estudiantes. Basta acercarse a la realidad de un
instituto para constatar la magnitud de la falacia. La solución no es imponer
al alumno renuente más de lo mismo durante más tiempo, sino ofrecerle
alternativas para que, en libertad, elija conforme a sus capacidades e
intereses. Si bien es comprensible la alarma ante esta nueva ocurrencia, no
está justificado —a nuestro entender— el ánimo de duelo. La obligatoriedad
hasta los dieciocho años no supondría la muerte de la enseñanza pública
ilustrada por la sencilla razón de que en España no existe tal cosa. Lo que
demuestra la propuesta socialista es que el sistema logseano sigue vivo y
corneando.
El modelo educativo de los
partidos de izquierda (que propende a la socialización ideológica y a la
proscripción de la excelencia) y el de los partidos de derecha (que apuesta por
la conversión de la enseñanza en cantera empresarial) son radicalmente
contrarios a un modelo ilustrado. Este último pone el conocimiento y el
pensamiento crítico al servicio de la autonomía del individuo; y procura la
igualdad de oportunidades como condición de una democracia meritocrática. El
sistema LOGSE/LOMCE, bajo sus diferencias superficiales, consolida la sumisión
del individuo al Estado guardería y su inmersión en el modelo tecnocrático. El
igualitarismo a la baja, la ideología populista, el localismo, la disolución de
las humanidades, el desprecio de la ciencia, el hiperemotivismo y el maquillaje
estadístico son estrategias confluyentes para la consolidación en el poder de
élites oligárquicas y extractivas. Un modelo educativo y político que es, en
buena parte, responsable de fenómenos como la depauperación de las clases
medias y la «fuga de cerebros». En este marco hermenéutico, la aparente
paradoja se despeja: mantener a los alumnos en la guardería estatal hasta su
mayoría de edad es conveniente para que, fuera de ella, sigan siendo eternos
niños.
La propuesta socialista es un
síntoma más de la crisis que atraviesa la enseñanza; síntoma, a su vez, de la crisis
que atraviesa nuestro sistema político. Y «crisis», según Martínez Marzoa,
«tiene una connotación de clarividencia. En su origen griego, esta palabra
quiere decir discernimiento. Las crisis [...] se llaman así porque se supone
que permiten filtrar lo que es válido, viable, de lo que no lo es». A lo que
Hanna Arendt podría añadir: «Una crisis se convierte en un desastre cuando
respondemos a ella con juicios preestablecidos, es decir, con prejuicios. Tal
actitud agudiza la crisis, nos impide experimentar la realidad y nos quita la
ocasión de reflexionar que esa realidad brinda». Esta crisis puede permitirnos
decantar qué hay de plausible y de mendaz en los paradigmas educativos en liza.
Para ello, todos necesitaremos discernimiento, imaginación y respeto por la
experiencia. La Ilustración, decía Kant, consiste en librarnos de una minoría
de edad de la que somos, existencial y políticamente, responsables. Seguimos a
la espera de un gobierno ilustrado. Quizá debemos abandonar la espera y
empezar, cada uno de nosotros, a ejercer de adultos.
(Artículo de opinión escrito por Francisco Sianes Castaño
y
publicado en “El Mundo” el viernes 6 de noviembre de 2015)
No hay comentarios:
Publicar un comentario