domingo, 8 de noviembre de 2015

Acerca de la nueva propuesta del PSOE


HASTA QUE TUS DIECIOCHO
AÑOS NOS SEPAREN

El nuevo globo sonda del PSOE, aumentar la escolarización obligatoria hasta los dieciocho años, ha desatado alarma e indignación entre los profesores de Secundaria. Según han manifestado algunos, su aplicación supondría -nada menos- el acta de defunción de la enseñanza pública. No hay para tanto: el muerto que así matamos goza de buena salud.
Primero, unas pinceladas de historia. La LOGSE implantó la ampliación de la escolarización obligatoria hasta los dieciséis años, una medida que ya suscitó controversia. Tenía, sin embargo, una sólida justificación: equiparar la edad en que los alumnos pueden abandonar sus estudios con la de posible ingreso en el mundo laboral. Más que este aumento, muchos profesores cuestionaron la política de «comprensividad»: mantener a estudiantes de perfiles muy distintos en un mismo itinerario educativo. El tiempo les daría la razón: casi de inmediato, disminuyó el nivel de exigencia académica, se multiplicaron los episodios de violencia y sabotaje escolar y se cronificó un altísimo índice de fracaso en los estudios. El PSOE, disimulando su rectificación bajo justificaciones vergonzantes, condescendió a dos medidas paliativas: por una parte, concedió un espacio creciente a la diversificación de los itinerarios (los programas de Diversificación, PGS, PCPI, etc.), caracterizados, más que por su orientación «práctica», por su jibarizado nivel de exigencia; por otra, fomentó las labores de supervisión y control del cuerpo de inspectores: las estadísticas de aprobados fueron sometidas, como nunca, a una fiscalización constante, programada e intensa. 

 
Pese a todo ello, pese a la multiplicación de los «aprobados de despacho» y la facilitación para obtener el título de Secundaria (hasta con tres asignaturas suspensas), éste es el legado de la LOGSE y sus herederas: un 25% de los estudiantes no termina la ESO; un 21% de los jóvenes entre quince y veintinueve años ni estudia ni trabaja; y el 70% de los menores de veinte años está desempleado. El incremento de la edad de escolarización obligatoria que baraja el PSOE rebajaría estos datos embarazosos, pero no solucionaría los problemas de gestión política y económica que revelan. Estos partidos mantienen la irresponsable estrategia de maquillar los males para los que no tienen (o no quieren tener) remedios.


Sin una reestructuración sensata del sistema de enseñanza, esta medida supondría un aumento de la degradación del «clima» en las aulas. Si ya es difícil reconducir en clase a alumnos de dieciséis años que tienen claro que los estudios (o mejor, estos estudios) no son su opción, es fácil imaginar qué ocurrirá con alumnos en(j)aulados hasta los dieciocho. La LOGSE propició un proceso agudo de «guarderización» de los institutos; esta nueva propuesta ahondaría el sabotaje educativo al que deben enfrentarse a diario los docentes y —no se olvide— los alumnos comprometidos con su formación.
Desentendido del principio de racionalidad, el PSOE se acoge de nuevo al pensamiento mágico: vender que la ampliación de la escolaridad obligatoria comportaría, mecánicamente, un enriquecimiento para los estudiantes. Basta acercarse a la realidad de un instituto para constatar la magnitud de la falacia. La solución no es imponer al alumno renuente más de lo mismo durante más tiempo, sino ofrecerle alternativas para que, en libertad, elija conforme a sus capacidades e intereses. Si bien es comprensible la alarma ante esta nueva ocurrencia, no está justificado —a nuestro entender— el ánimo de duelo. La obligatoriedad hasta los dieciocho años no supondría la muerte de la enseñanza pública ilustrada por la sencilla razón de que en España no existe tal cosa. Lo que demuestra la propuesta socialista es que el sistema logseano sigue vivo y corneando.

 
El modelo educativo de los partidos de izquierda (que propende a la socialización ideológica y a la proscripción de la excelencia) y el de los partidos de derecha (que apuesta por la conversión de la enseñanza en cantera empresarial) son radicalmente contrarios a un modelo ilustrado. Este último pone el conocimiento y el pensamiento crítico al servicio de la autonomía del individuo; y procura la igualdad de oportunidades como condición de una democracia meritocrática. El sistema LOGSE/LOMCE, bajo sus diferencias superficiales, consolida la sumisión del individuo al Estado guardería y su inmersión en el modelo tecnocrático. El igualitarismo a la baja, la ideología populista, el localismo, la disolución de las humanidades, el desprecio de la ciencia, el hiperemotivismo y el maquillaje estadístico son estrategias confluyentes para la consolidación en el poder de élites oligárquicas y extractivas. Un modelo educativo y político que es, en buena parte, responsable de fenómenos como la depauperación de las clases medias y la «fuga de cerebros». En este marco hermenéutico, la aparente paradoja se despeja: mantener a los alumnos en la guardería estatal hasta su mayoría de edad es conveniente para que, fuera de ella, sigan siendo eternos niños.

 
La propuesta socialista es un síntoma más de la crisis que atraviesa la enseñanza; síntoma, a su vez, de la crisis que atraviesa nuestro sistema político. Y «crisis», según Martínez Marzoa, «tiene una connotación de clarividencia. En su origen griego, esta palabra quiere decir discernimiento. Las crisis [...] se llaman así porque se supone que permiten filtrar lo que es válido, viable, de lo que no lo es». A lo que Hanna Arendt podría añadir: «Una crisis se convierte en un desastre cuando respondemos a ella con juicios preestablecidos, es decir, con prejuicios. Tal actitud agudiza la crisis, nos impide experimentar la realidad y nos quita la ocasión de reflexionar que esa realidad brinda». Esta crisis puede permitirnos decantar qué hay de plausible y de mendaz en los paradigmas educativos en liza. Para ello, todos necesitaremos discernimiento, imaginación y respeto por la experiencia. La Ilustración, decía Kant, consiste en librarnos de una minoría de edad de la que somos, existencial y políticamente, responsables. Seguimos a la espera de un gobierno ilustrado. Quizá debemos abandonar la espera y empezar, cada uno de nosotros, a ejercer de adultos.
 
(Artículo de opinión escrito por Francisco Sianes Castaño
y publicado en “El Mundo” el viernes 6 de noviembre de 2015)
   

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