(Moya, 1884 - Las Palmas de Gran Canaria, 1921)
Máximo representante del modernismo lírico insular
CALLE DE TRIANA
La calle de Triana en la copiosa
visión de su esplendor continental:
ancha, moderna, rica y laboriosa;
arteria aorta de la capital.
La calle del comercio, donde ofrece
el cálculo sus glorias oportunas;
donde el azar del agio se ennoblece
y se hacen y deshacen las fortunas.
Donde el urbano estrépito domina
y se traduce en industrioso ardor;
donde corre sin tasa la esterlina
y es el english spoken de rigor.
El sol del archipiélago dorando
los rótulos en lenguas extranjeras,
y los toldos de lona proyectando
sombra amigable sobre las aceras.
Y por ellas profusos peatones
de vestes y semblante abigarrados;
y, cual derivación, en los balcones,
los pabellones de los consulados.
Todo aquí es extranjero: las celosas
gentes que van tras el negocio cuerdo;
las tiendas de los indios, prodigiosas,
y el Bank of British, de especial recuerdo.
Extranjero es el tráfico en la vía,
la flota, los talleres y la banca,
y la miss, que, al descenso del tranvía,
enseña la estirada media blanca.
Todo aquí es presuroso, todo es vida;
y, ebria de potestad, en la refriega,
la ciudad, cual bacante enardecida,
al desenfreno comercial se entrega.
Y al alma, que es, al fin, mansa y discreta,
tanta celeridad le da quebranto
y sueña con el barrio de Vegueta
lleno de hispano-colonial encanto.
Grand Canary… La gente ya comprende
y, bajo un cielo azul y nacional,
John Bull, vestido de bazar, extiende
su colonización extraoficial.
PUERTO DE GRAN CANARIA
Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro atlántico,
con sus faroles rojos en la noche calina,
y el disco de la luna bajo el azul romántico
rielando en la movible serenidad marina…
Silencio de los muelles en la paz bochornosa,
lento compás de remos, en el confín perdido,
y el leve chapoteo del agua verdinosa
lamiendo los sillares del malecón dormido…
Fingen, en la penumbra, fosfóricos trenzados
las mortecinas luces de los barcos anclados,
brillando entre las ondas muertas de la bahía;
y de pronto, rasgando la calma, sosegado,
un cantar marinero, monótono y cansado,
vierte en la noche el dejo de su melancolía.
POEMA DEL MAR
Yo fui el bravo piloto de mi bajel de ensueño,
argonauta ilusorio de un país presentido,
de alguna isla dorada de quimera o de sueño
oculta entre las sombras de lo desconocido.
Acaso un cargamento magnífico encerraba
en su cala mi barco, ni pregunté siquiera;
absorta, mi pupila las tinieblas sondaba,
y hasta hube de olvidarme de clavar la bandera.
Y llegó el viento Norte, desapacible y rudo;
el vigoroso esfuerzo de mi brazo desnudo
logró tener un punto la fuerza del turbión;
para lograr el triunfo luché desesperado,
y cuando ya mi brazo desfalleció, cansado,
una mano, en la noche, me arrebató el timón.
(Poemas escritos por Tomás Morales)