ALGUNOS TRAZOS BORROSOS
SOBRE EL
DEBATE
El color azul en el frontispicio de la mesa sobre la
que el moderador Manuel Campo Vidal, otrora eunuco del harén felipista y hoy sabueso
husmeador del fogón que mejor calienta, indica la percepción de cuál va a ser
el resultado electoral, de por dónde van los tiros, de quién es ahora el ascua
al que la sardina arrimar: el conciliábulo de buitres del Partido Popular.
A la izquierda de la pantalla, y con carpeta roja,
el Fouché de los socialistas, el taimado maquinista de la general de los servicios
de inteligencia, el que espía a todo el mundo, el que se jacta de saberlo todo
de todos menos, claro está, de los atentados del 11-M en Madrid, porque
beneficiaron a su partido. Algún día podría explicarnos por qué un grupo
islamista se suicidó en Leganés sin ningún objetivo terrorista a cambio. A lo
mejor esa explosión probablemente inducida desde el exterior cabe en su cabeza,
como también un sumario plagado de ocultaciones y torpezas llevado a cabo por
un hipermiope juez que no se cayó del guindo para instruirlo, pero sí tal vez
de un olmo.
Piso explosionado en la calle Carmen Martín Gaite
del madrileño barrio de Leganés
Donde no cabe la verdad es en la honestidad de su
lengua habituada a la mentira. Se presenta don Alfredo Rubalcabone con una
papada que no logra disimular el excesivo maquillaje y con una dentadura de
tintes metalicoscuros delatando una posición siniestra como archiministro
plenipotenciario del zapaterismo en ruinas. Parece ignorar que en tres décadas
de ejercicio democrático desde la Transición ningún presidente español ha sido
calvo, salvo Sotelo en breves y atropelladas circunstancias.
Leopoldo Calvo Sotelo Bustelo
(Madrid, 1926 - Pozuelo de Alarcón, 2008)
Justo en la presentación se nos informa de su estado
civil casado y sin hijos, ejemplo perfecto de hombre habituado a vivir para sí
mismo e importarle una higa el sistema educativo al que, junto con su grupo
parlamentario y como ex ministro del ramo, hundió en la degradación más
absoluta. Para colmo, no desaprovecha la oportunidad para declamar
demagógicamente sobre la desigualdad de la mujer después de haber cursado
estudios. Puesto que ellas ya son mayoría en las carreras universitarias y
obtienen mejores expedientes académicos que los hombres, nos habla sobre la
disparidad de sueldos y su mayor esfuerzo en la conciliación de las labores del
trabajo con las del hogar.
Alfredo Pérez Rubalcaba
(Solares, Cantabria, 1951)
Como socialista fino, debe apoyar a los cínicos
miembros de su partido que llevan sus retoños a la escuela privada mientras se
deshacen en alabanzas hacia la pública. Luego insiste en reivindicar el
matrimonio homosexual y silencia el hecho de que detrás del sueldo de cada hombre
siempre suele haber cargas familiares y no así detrás del de cada fémina o gay,
que suele ser complementario al del ex marido o al de la aún pareja vigente.
Debió contemplar las uniones de hecho que jurídicamente resolvían el problema de
los enlaces monosexuales, pero no se trataba sólo de alcanzar un logro
histórico, sino de equipararse al matrimonio católico tradicional. Como un
socialista es un hipócrita por definición, ya estoy habituado a que la mierda
se vista de seda y se perfume. Desgraciadamente, tarde o temprano se destapará
su olor.
Enfrente de este Rubalcaba con cara de borrico
estaba el estirado Marianico, del que no se dijo su estado civil en un
principio, algo que nos retrotrae al sambenito de “mariposón” que le colgó
Alfonso Guerra en sus inicios como candidato a la presidencia. Allá él si no
quiere salir del armario, pero menuda pluma la que tiene la derecha para que le
escriba el guión de la política ultraliberal en la próxima legislatura. Lo más
llamativo de su rostro eran unos pabellones auriculares muy amplios y enrojecidos,
quizá para poder encajar la tunda que le estaban dando por no saberse ni su
propio programa, amén de unos surcos en la base de los ojos que anuncian una
vejez sobrevenida por tanto estrés como le tiene que ocasionar decir frases
tranquilizadoras habiendo halcones detrás que le empujan para que ponga en práctica
un capitalismo salvaje, clasista y despiadado.
Mariano Rajoy Brey
(Santiago de Compostela, 1955)
Lo mejor de sus intervenciones estuvo en recordarnos
el pasado inútil de Rubalcaba para presentarse ahora como novedoso arreglo de
última hora; así como Alfredito, en plan jorobado de Notre-Dame acurrucado en
su silla, centró con éxito su estrategia en lo que Rajoy ocultaba endilgarnos
en el futuro. Que ambos intentan disputarse un electorado de centro, indeciso y
abstencionista, quedó claro cuando nada más abrir la boca expresaron un pésame
por la desaparición del sargento cordobés Joaquín Moya en la tierra de la
promisión del opio, materia prima para la fabricación de la heroína. Por
supuesto, lo hicieron con la debida soflama al ejército, la libertad y la
defensa de los derechos humanos. Yo, por mi parte, no sabía que el control de
la producción de la droga estuviera recogida en la carta fundacional de la
UNICEF ni de la ONU. No obstante, ya que
no a los cerebros, a estos dos veteranos de la política rancia y llena de
corruptelas les cabe el recurso de apelar a los corazones. Porque mucho
estómago habrá que tener para votar a cualquiera de estos dos sinvergüenzas que
sólo son marionetas de poderes oscuros.
Los dos hombres que encarnan el bipartidismo "a la española" como cuando Antonio Cánovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta se alternaban hace un siglo en el poder
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