(Tournai, Bélgica, 1855 - París, 1898)
Periodista, abogado, novelista y poeta adscrito al simbolismo
SOLO
Vivir como en el exilio, vivir sin ver a nadie
en el vasto desierto de un pueblo que está muriendo,
donde no se escucha nada más que el vago murmullo
de un órgano sollozando o el repicar del campanario.
Sentirse alejado de las almas, de las mentes,
de todo lo que lleva una diadema en la frente;
y sin arrojar luz, consumirse
como una lámpara inútil en las profundidades
de oscuras bóvedas funerarias.
Para ser como un barco que soñó con un viaje,
triunfal, alegre, fuera del ecuador rojo,
que se encuentra con flujos de hielo de frialdad
y se siente destrozado sin dejar una estela.
¡Oh, vivir así! Sólo para presenciar
el marchitar del florecimiento blanco del alma divina,
en desprecio de todos y sin nadie más,
sabio, solo, solo, siempre solo, observando
la propia extinción.
EPÍLOGO
Otoño: el año muere en la lluvia cerrada.
La juventud se extingue, y el afán noble y fuerte,
único en que pensamos cuando llega la muerte:
el de sobrevivirse en la obra terminada.
Mas la esperanza huye, el afán incesante
es sueño ido, vano como todo lo nuestro,
y el más leal traiciona antes que el gallo cante.
Guirnaldas de la gloria, ¡ah, vanas, siempre vanas!
Y, no obstante, qué triste es el haber soñado
no perecer del todo, un poco haber salvado
y dejar algo nuestro en las barcas humanas.
Lo que hay en mí de rosa siento que desflorece,
siento que se marchita y lo arrancan de mí...
Mi sangre no circula, deshojarse parece,
es noche y tengo sueño, el sueño de morir.
(Poemas escritos por Georges Rodenbach)
Tumba del escritor en el cementerio parisino de Père-Lachaise
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