viernes, 9 de noviembre de 2012

Víctima ejemplar de la inmundicia comunista

 
Francisco Maqueda López
(Villacañas, 1914 - Dosbarrios, 1936)
 
OCURRIÓ EN ESPAÑA
 
Mientras terminaban la cena, y aún no eran las ocho de la tarde, llamaron a la puerta:
-¿Está Francisco? El que estudia para cura.
-Sí, aquí estoy yo, -responde resueltamente Maqueda.
-Vente con nosotros y tira p'alante.
-Madre, -dice Francisco rebosante de alegría- ya vienen por mí.
Se abraza a su madre, colmándola de abrazos y palabras de consuelo y, arrodillándose ante ella con la cabeza inclinada y las manos juntas, le pide:
-Madre, déme usted la bendición, que me voy al cielo.
Su madre lo bendijo y él le besó las manos. Entonces fue abrazando a sus hermanos y hermanas, diciéndoles:
-Sed siempre buenos católicos y cuidad de nuestra madre. No lloréis, yo pediré por todos. ¡Adiós, madre! ¡Adiós, hermanos! ¡Hasta el cielo! ¡Hasta el cielo!
 
 

 
En la ermita del Cristo del Coloquio, convertida en prisión, no cesaba de alentar a todos sus compañeros diciéndoles que se prepararan con resignación para lo que Dios les tuviera preparado. Y reuniendo a todos los jóvenes rezó con ellos el santo Rosario, pasando las Avemarías con una cuerdecita de diez nudos que llevaba en el bolsillo.
Cuando llegaron los verdugos, les dijeron que se numeraran por sí solos. Francisco eligió ser el número uno. Al bajarles de la camioneta para fusilarlos, Maqueda cambió de opinión: optó por ser el último y así poder ir dándole aliento a sus compañeros. Los iban rematando a cuchillo, después de tirotearlos en las piernas, pero al acercarse a Maqueda lo vieron sonriendo.
-¿Aún te ríes? -le preguntaron los verdugos.
-¿Cómo no? -contestó él, si me vais a abrir las puertas del cielo.
 
(Texto escrito por Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo y publicado en el semanario cristiano "Alfa y Omega" el jueves 8 de noviembre de 2012) 
 

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