martes, 29 de marzo de 2011

De un escritor fascinado por la antigüedad

Heliogábalo
(Vario Avito Bassiano)
(Emesa, 203 d. C. - Roma, 222 d. C.)

ENTRADA DE HELIOGÁBALO EN ROMA

Elagábalus, niño afeminado,
sacerdote del sol, bello, triunfante,
el Foro cruza en carro deslumbrante
por mujeres desnudas arrastrado.

Sobre ricos tapices reclinado,
muestra a la muchedumbre delirante
la Piedra Negra, símbolo flamante
que en áureo pedestal luce a su lado.

El Augusto saluda sonriente.
Parece que con él llega de Oriente
cálido soplo y enervante aroma.

¡Tus vicios, joven César, son puñales
que hincarás con tus manos imperiales
en las entrañas de la vieja Roma!

Nerón Claudio César Augusto Germánico
(Anzio, 37 d. C. - Roma, 68 d. C.)

NERÓN

En lecho de marfil -tálamo antes-
vese a la madre de Nerón tendida;
las pupilas vidriosas, suplicantes;
rasgado el vientre por mortal herida.

Y con ávidos ojos llameantes
está el César, histrión y parricida,
mirando las entrañas palpitantes
del mismo seno que le dio la vida.

La espantosa visión turbó su mente;
puso un velo de sombra en su conciencia,
y un estigma satánico en su frente.

Y en la roja locura de asesino,
trágica bacanal fue su existencia
y reguero de sangre su camino.

Diógenes el Cínico
(Sinope, 412 a. C. - Corinto, 323 a. C.)

DIÓGENES

Se apagó tu linterna. Lo insondable
sigue en sombras allende las estrellas.
La esperanza, que es luz, asoma en ellas
con un temblor de angustia interminable.

Rey del sarcasmo, ruge, formidable,
del polvo que guardó tus hondas huellas:
vuelve y confunde con audacias bellas
a la grey solapada y despreciable.

Mire la Humanidad -que en el abismo
de la nada sepulta sus trabajos-,
la más tremenda sátira en ti mismo:

expón al sol sus pensamientos bajos
y escúpele altanero tu cinismo
arrastrando orgulloso tus andrajos.

(Poemas del escritor canario Manuel Verdugo)

Manuel Verdugo y Bartlett
(Manila, 1877, La Laguna, 1951)

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