sábado, 29 de septiembre de 2012

A todo cerdo debiera llegarle su San Martín

Santiago José Carrillo Solares
(Gijón, 1915 - Madrid, 2012)
El eslabón perdido entre un reptil y un dinosaurio
 
DEMASIADO HUMANO
 
Vivió mucho y mató mucho: fue la suya una vida plenamente humana. Si es que lo humano se ajusta al diagnóstico de Freud: ser predador que arrastra en la masa de su sangre el placer de dar la muerte. Santiago Carrillo ha muerto. Morir no es, desde luego, nada meritorio: a todos nos sucede. Y para morir muy viejo se requieren tan sólo dos condiciones: una buena salud y una infalible maestría en desenfundar más rápido. Ninguna de las dos tiene gran cosa que ver con la ética. Con la estética, aun menos.
 
 
Nicolae Ceaucescu
(Scornisesti, 1918 - Targoviste, 1989)
El dictador comunista que obligó practicar el culto a su personalidad y se hizo llamar conducator, también financió a terroristas árabes, agasajó a Santiago Carrillo e hizo pasar hambre a su pueblo para industrializar Rumanía. La gota que colmó el vaso sucedió en 1989 cuando ordenó disparar sobre la población civil que se rebeló contra él en Timisoara
 
El tiempo es irreversible. Ni siquiera Dios puede -dicen los Padres de la Iglesia- hacer que lo que fue no haya sido. La muerte nada cura. Aunque lo finja. Sólo pone distancia para objetivarlo. Y comprenderlo: comprender es ser ajeno a lo que se analiza, tratarlo con la indiferencia del geólogo hacia la inerte piedra, antes de esbozar su cartografía. El mapa que dibuja el rostro del hombre que murió la semana pasada está -barajado, pero completo-  en los archivos del KGB. Cuya manía archivera será una bendición para los historiadores futuros.
 
 
Isidora Dolores Ibárruri Gómez
(Gallarta, 1895 - Madrid, 1989)
La cúpula del PCE encabezada por esta víbora roja y el propio Santiago Carrillo ordenaron el asesinato de Gabriel León Trilla (Valladolid, 1899 - Madrid, 1945) acusándolo del fracaso de la invasión guerrillera del Valle de Arán y de ser un chivato de la policía. Fue apuñalado por dos agentes comunistas en un solitario cementerio de la calle Abascal en Madrid
 
 
Si esos archivos no son destruidos antes, todo podrá recomponerse al milímetro. Aunque ya no quedemos ninguno de los afectados, pero eso es una mota de nada en el vendaval de la historia cuya elegía cantara Walter Benjamin. Tenemos, de momento, un anticipo. Precioso. El imponente libro de Gregorio Morán Miseria y grandeza del PCE. Los lectores podrán acceder en él a documentos que ya no existen: los que llegaron del Este en las cajas de archivos del PCE que Morán logró bucear antes de ser depuradas por muy académicos especialistas. A la espera de la historia y su definitivo retrato  -que vendrá cuando nosotros ya no estemos-, limitémonos, pues, a enunciar sólo algunos hechos.
 
 
Andreu Nin i Pérez
(El Vendrell, 1892 - Alcalá de Henares, 1937)
Los agentes soviéticos de la NKVD falsificaron unos documentos que lo implicaban como colaborador secreto de las tropas nacionales. Torturado e interrogado, lo negó todo. A pesar de ser inocente, fue fusilado por órdenes del general ruso Orlov obedeciendo indicaciones de Stalin, que deseaba eliminarlo porque Nin había apoyado a Trotski cuando trabajaba en Moscú. El infame presidente de la república, Juan Negrín, negó que lo hubieran asesinado, diciendo que había sido liberado por sus amigos de la Gestapo
 
Murió, la semana pasada, el hombre que "sabía". Casi todo. Sobre lo más amargo de una lucha heroica: la de aquéllos a los cuales traicionó, a los cuales vendió o entregó a la muerte. Ha muerto el último hombre que lo sabía todo del secuestro, tortura y asesinato de Andreu Nin. Ha muerto el hombre que podía contar cómo fueron entregados a la Guardia Civil los últimos maquis. Ha muerto el agente al cual Stalin encomienda, en los "procesos del Hotel Lux", el envío al Gulag de los militantes españoles demasiado heroicos de la guerra de España y de la segunda mundial.
 
 
Joan Comorera i Soler
(Cervera, 1894 - Burgos, 1958)
Fue expulsado del PSUC (rama catalana del partido comunista de España) en 1949 por apoyar a Tito de Yugoslavia frente a Stalin, y más tarde detenido en 1954 porque alguien dentro del PCE lo delató. Murió en la cárcel
 
Ha muerto el dirigente que sabía cómo y por qué fue asesinado a navajazos Trilla. Y Comorera vendido. Ha muerto el hombre que, agotados los fondos soviéticos, fue financiado con el dinero de Ceaucescu y Kim-Il-Sung. Otros lo recordarán por Paracuellos del Jarama. Están en su derecho. Pero mis muertos son otros. Y ya no me enojo siquiera: todo esto es arqueología para los historiadores. En mi memoria -la cual, en tanto que memoria, sé bien que no es objetiva-, Santiago Carrillo queda porque diezmó a los míos. A los cuales fingió ser de los suyos y a los que despreciaba: no fueron más que carne de cañón en su carrera impecable de superviviente. 
 
(Artículo de opinión escrito por Gabriel Albiac y publicado
por el periódico "ABC" el lunes 24 de septiembre de 2012)
  
 
Santiago Carrillo era Consejero del Orden Público en Madrid cuando se sacaron de las cárceles a las personas que no simpatizaban con el bando republicano para fusilarlas en Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz

lunes, 10 de septiembre de 2012

La mujer que nunca tuvo el amor de su madre

 
CONFESIÓN A RALPH GREENSON,
EL PSIQUIATRA QUE LA TRATÓ
 
"Todas las personas desean ser amadas,
pero sólo unas pocas son capaces de dar amor"
 
Norma Jean Baker
(Los Ángeles, 1926 - 1962)
 
 
Marilyn Monroe

viernes, 7 de septiembre de 2012

El símbolo de la decadencia de nuestra época

 
LOS CAMINOS DE NUESTRA
RESTAURACIÓN SON INESCRUTABLES
 
El "Ecce Homo" de Borja ha aglutinado en una imagen todos los síntomas de nuestro tiempo. Es como un grito de horror muncheano ante los incendios que nos azotan, la situación económica de marasmo sin luz al final del túnel, la desmantelación del estado de protección social, nuestro sistema educativo de promoción de la analfabetización masiva, las cifras millonarias de parados, los robos de la banca, el afán recaudatorio de las administraciones, los nacionalismos de taifas, las dietas injustificables de jueces y políticos, las listas de espera sanitarias o la desertización del suelo con el verano más caluroso de los últimos cincuenta años.
 
 
¿Sigo? Pues ahí está la mercantilización del cine que conduce a la elaboración de películas hueras de contenido donde lo que cuenta es el efectismo visual de las imágenes, la pérdida de los valores del respeto a las tradiciones o del esfuerzo humilde y sostenido, la asunción egoísta del sálvese quien pueda por todas partes, la imposición del miedo en los ciudadanos para gobernarlos como súbditos sumisos o la esclavitud en la contratación de trabajadores en condiciones precarias. Es cierto que nunca hubo una edad de oro para la humanidad. No se trata de nostalgia de un paraíso perdido, pero el exceso de reglamentaciones recae sobre los ciudadanos normales, mientras que sobre la delincuencia reincidente lo único que se hace es engrosar el currículum de los infractores que por una puerta de la comisaría entran y por otra salen.
 
 
España es hoy un país que difícilmente saldrá adelante habiendo educado a varias generaciones con la retórica del maná caído del cielo sin necesidad de sacrificarse, la hipocresía de la solidaridad para encubrir a las mafias que trafican con inmigrantes, la superposición de poderes administrativos municipal, autonómico y estatal, el odio independentista contra quienes se sienten españoles o la maraña burocrática que se cierne sobre quienes con iniciativa intentan ser emprendedores. España, el país de la envidia, no se solaza más que con las mediocridades, y si alguien quiere destacar, lo alancea como a un toro. He ahí el placer español: la crueldad de  disfrutar ante el ídolo caído.
 
 
Lo malo es que ahora mismo el país entero es un desastre donde nadie asume responsabilidades y muchos cometen el atrevimiento de desempeñar funciones que no están preparados para ejercer, desde el fontanero que hace una chapuza, el mecánico que estafa manipulando una avería, la médico forense que confunde restos humanos con huesos de animales, el sindicalista liberado que no trabaja, hasta el diputado que nunca presenta una moción ni pide la palabra en una completa legislatura. Hemos ido demasiado lejos en el terreno autóctono de la picaresca y no se puede engañar todo el tiempo a todo el mundo.